23 AÑOS DE "EXCELENCIA ACADÉMICA"

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Con un firme modelo educativo constructivista-humanista, el Instituto Universitario Carl Rogers, IUCR, nace en el año de 1994, bajo el nombre de “Centro Universitario de Puebla”, Actualmente "INSTITUTO UNIVERSITARIO CARL ROGERS" con el objetivo de difundir los conocimientos y vivencias de la psicología, psicopedagogia y psicoterapia humanista, creando a su vez programas, proyectos de crecimiento y desarrollo del potencial humano. LÍDER NACIONAL EN PSICOLOGÍA, PSICOPEDAGOGÍA, COMPORTAMIENTO Y DESARROLLO HUMANO EN LAS ORGANIZACIONES quieres saber más... visita nuestro web site www.unicarlrogers.com.mx

viernes, 17 de marzo de 2017

El Asilo


El asilo



Creado por: Mauricio Adrían Loredo Briones


Raúl y Daniel, dos grandes amigos desde la secundaria se encontraban en un día parcialmente nublado en la cima de un árbol que ellos consideraban el más grande que hubieran visto. Con raíces enormes y fuertes, una madera hermosa y la maduración de sus hojas presente en la caída de las mismas. La brisa que rodeaba a los jóvenes se hacía notar conforme el tiempo avanzaba, brisa que Raúl disfrutaba cada segundo que le recorriera por el cuerpo; mientras, como acostumbraban hacer, discutían temas de sus propios intereses y compartían sus opiniones respectivas acompañados de unos puros cubanos que Raúl había adquirido en su visita espontánea a la Habana. Esta tarde cuando la puesta de sol estaba ya por ponerse, los temas iban desde la política y los deportes hasta las chicas que ellos consideraban más atractivas de su preparatoria. Contemplaron, en profundo silencio la manera en cómo el sol iba ocultándose poco a poco hasta desaparecer. Lo único perceptible durante unos minutos era el sonido del aire y las sensaciones que el fenómeno generaba en sus cuerpos. La vista que tenían era tan rica como pobre según los ojos que presenciaran el acto. Irónicamente para ellos denotaba las posibilidades de hacerlo todo, ya que, debido a la ausencia del sol, todo lo perceptible para los ojos carecía de existencia. Sin embargo esto mismo hacía que Raúl y Daniel se dijeran que esa nula existencia que notaban por medio de la vista era justamente el mundo al alcance de sus manos. Daniel lo llamaba “la posibilidad de salir a conocer el mundo”.

-Imagina –Iniciaba Raúl- tan sólo imagina por un segundo Daniel, que recuerdas todos los sueños que has tenido a lo largo de toda tu vida, cada detalle, cada momento, cada cuadro y cada rostro que se presenta en tu mente cada que cierras los ojos y te desconectas del mundo real. Te levantas cada mañana pensando en lo que soñaste y por qué lo soñaste, en el transcurso del día logras darle significado a las imágenes que tu mente creó mientras tu cuerpo descansaba. Algunos sueños los puedes descifrar, otros simplemente carecerán de importancia, así como estarán los sueños tan vívidos que no sabrás por un instante qué es lo real y qué es un sueño. Daniel se quedó unos segundos en silencio y comentó que no entendía por qué había surgido el comentario, a lo que Raúl explicó que sólo fue un pensamiento que le vino a la mente gracias a la puesta de sol que había presenciado. Es muy interesante –concluía Daniel- ya me lo había puesto a pensar antes, pero es un tema muy filosófico pedazo de imbécil, y la noche nos está consumiendo, quizá en otro momento podamos hablarlo, aunque claro, es un tema en el que las conclusiones son muy limitadas.

El viernes 1 de mayo del año 2043 Raúl y Daniel acudieron a una visita voluntaria a un asilo como actividad extra por parte de su preparatoria. Aunque la asistencia fuese voluntaria, minutos antes de entrar, Daniel a Raúl preguntándose si era buena idea la asistencia, a lo que Raúl le respondió que era un buen acto del cual podían aprender algo.

Recibieron las instrucciones previas en la entrada por parte de su profesor el cual supervisaba la actividad estableciendo los parámetros para respetar a los mayores y las instalaciones.

Bueno pedazo de imbécil –menciono Daniel- ya estamos aquí, veamos que sale.

Raúl y Daniel dieron un par de vueltas previas a la interacción con las personas mayores, recorrieron las instalaciones ya que les interesaba conocer el estado en que se atendía a los ancianos, ya que aunque ninguno de sus abuelos estaba alojado en un asilo, les disgustaba pensar en la mínima idea que las instalaciones no fueran adecuadas para personas mayores de los 80 años de edad. La atmósfera se sentía muy fría, tensa y por supuesto triste. Había algo en el ambiente que hacía surgir un sentimiento de rareza. No eran los administrativos y colaboradores en el asilo, incluso, eran muy carismáticos y tranquilos con todos y ayudaban en la medida que podían. Todas las habitaciones eran parcialmente blancas, algunas deterioradas por el tiempo ya empezaban a ponerse grises. El asilo albergaba a poco menos de 20 ancianos.

El grupo se esparció rápidamente y los dos viejos amigos se dieron una vuelta más para observar a todos los ancianos que alcanzaba su vista. Notaban a ancianos en sillas de ruedas, vieron a otros en cama, un par jugando ajedrez, una minoría todavía podía caminar y algunos incluso recorrían el edificio con sus demás compañeros. Notaban en los rostros de los mayores, alegría, en otros incluso lágrimas y en un par cierta indiferencia. En medio de su recorrido de observación se toparon con una anciana de 82 años de edad. Su nombre era Andrea. Raúl y Daniel se presentaron cortésmente y Andrea les contestó con una sonrisa la presentación junto con su nombre. Raúl comenzó la conversación preguntándole cómo se encontraba y si estaba a gusto con el trato que le daban. Andrea tranquilamente explicó que se encontraba bien con el trato de los integrantes del asilo.

- Tú me recuerdas a un nieto, tienen ligeramente la misma forma de la cara, es muy poco el parecido, pero está.

Raúl sonrió por cortesía aunque sintió ligeramente un sentimiento de tristeza, por lo que abrazó a la anciana y continuaron el recorrido. Raúl y Daniel habían conversado con otros 3 ancianos más donde la experiencia no fue muy agradable del todo, salvo con uno de ellos… Héctor. Héctor contó su historia y resultó que había participado en la última revolución mexicana en el año 2028. Relató que él formaba parte del grupo de líderes revolucionarios que por fin se había alzado tras todos los atropellos que sufrían por parte del gobierno, tal revolución había durado casi 3 años y terminado en derrota.

-Les puedo decir que –iniciaba Héctor- al país la revolución le costó dinero, al pueblo tiempo, a los integrantes nos valió vidas humanas, y tras un par de años al fin comprendí que la solución no estaba en la guerra. No puedes combatir el fuego con más fuego, nuestro error fue querer acabar con la agresión mientras la ejercíamos. El enemigo es más grande que eso. El verdadero enemigo se encuentra en nosotros mismos, en la ignorancia pura. La ignorancia que se ha arraigado a nuestra estructura es con la que hemos de luchar.

La charla y las anécdotas del anciano revolucionario hicieron que Raúl y Daniel olvidaran las experiencias previas que habían tenido con un par de ancianas. Éstas eran de las que se mostraban indiferentes a las visitas voluntarias de jóvenes. En el asilo ya se sabía que era complicado tratarlas pues muchas veces no ponían atención o simplemente hacían comentarios sarcásticos hacia los alumnos. Sin embargo los jóvenes amigos creyeron que podían manejar la situación y aunque en gran parte de la conversación fue así, una de las ancianas concluyó la plática expresando: Bueno, basta ya de apariencias, sigan su camino, es lo mejor que pueden hacer. No hace falta que digan más, ya hemos conversado, conocen una pequeña parte de mí así como yo una de ustedes. No terminen prometiendo cosas que no cumplirán como la clásica promesa de que volverán a visitarnos pronto porque sabemos que no sucederá así. Gracias por su tiempo muchachos y ahora, adiós.

En medio de una partida de ajedrez observada por los muchachos y llevada a cabo por dos ancianos, sonó un ligero campanazo que significaba que faltaban 20 minutos para acabar la visita por parte del grupo de alumnos. Raúl había apostado con Daniel un par de cervezas a que ganaba el anciano con boina azul, y Daniel aceptando, apostó por el anciano de chaqueta café. La partida ya estaba por culminar, y aunque no habían presenciado el inicio de la misma, estaban seguros de que la partida estaba muy cerrada. Finalmente terminó venciendo el anciano de la boina azul y Daniel aceptó su derrota. Charlaron un par de minutos con los ancianos y les pidieron un par de consejos para el ajedrez, consejos que con gusto los ancianos brindaron. El anciano de chaqueta café por un segundo se robó la atención total de Raúl. Dijo que en su mirada veía tristeza, cosa que le desconcertaba completamente.

¿Por qué tu mirada expresa tristeza o nostalgia? -Preguntaba el anciano de chaqueta café- O será lástima, espero que lo último que sientas al observar este lugar sea lástima. Raúl conmocionado se sintió avergonzado y explicó que no era lástima, pero ciertamente por una extraña razón que él desconocía se sentía triste en ese momento. El anciano comprendió y explicó que no debía de ver este lugar ni a los ancianos con una mirada triste o un derivado que se asemejara al sentimiento de desolación. Verás, todos tenemos en esta vida un ciclo que cumplir, y un lugar al cual pertenecer. Quizá no pertenecemos aquí, en estas paredes en la nuestra totalidad, pero éste se ha convertido en nuestro espacio. Todos habitamos un espacio en determinado momento. No observes con lástima al anciano que está al fondo escuchando la música que más ama. Todos tenemos una función en este planeta, todas las personas mayores que puedes observar aquí dentro, ya han vivido, ya han pasado por lugares que tú estás por pasar, nuestro momento de vivir pasó. No te sientas mal, a todos nos llega el momento, y nuestro momento pasó, ustedes dos jóvenes, después de este día concéntrense en disfrutar de su momento así como mi colega y yo en la actualidad lo hacemos con el ajedrez.

Finalmente Raúl y Daniel se separaron por unos minutos ya que Raúl había presentado un repentino dolor de cabeza por lo que fue en busca de su profesor mientras Daniel se acercaba a un anciano que desde hace varios minutos había captado su atención. Se presentaron e iniciaron una conversación de ritmo lento sobre anécdotas del anciano. El anciano comentó que él podía ver el futuro. Daniel cuestionó el cómo era eso posible y el anciano contestó que en su juventud conocía el futuro de varios de sus amigos. Mencionó que varios de ellos terminarían una carrera que les resultaría al final una prisión, algunos contraerían matrimonio el cual fracasaría e incluso otros ya estaban muertos antes de si quiera haber vivido. Daniel, intrigado sobre la habilidad del anciano no pudo evitar preguntar qué es lo que veía en su futuro, sin embargo, el anciano concluyó el tema diciéndole que perdía su tiempo.

-¿Cómo que perdiendo el tiempo?- Preguntó Daniel.

- Sí, lo has estado perdiendo aquí. Creí, ahora que hablabas conmigo que te darías cuenta de algo. ¿No sospechas de nada? ¿Qué ves, cuando me ves? ¿No te sientes raro? Yo sí.

- Bueno señor, veo experiencia. Una vida que ha transcurrido.

- Nada de eso. Curioso, espero que con el paso del tiempo te vuelvas tan inteligente como yo… Pedazo de imbécil.

Daniel despertó con un intenso dolor de cabeza la tarde del primero de mayo del año 2043. Estaba en su cama, aturdido por los acontecimientos, conectado a un par de máquinas que diagnosticaban constantemente su estado. Su madre estaba junto a la cama sentada y tan pronto notó como su hijo despertaba, llamó a la enfermera para orientar al muchacho mientras un doctor más especializado se trasladaba al recinto de Daniel.

A la llegada del doctor, evaluó el estado físico y psicológico de Daniel, mostrando signos positivos de recuperación. Daniel desconcertado sobre lo que estaba pasando pidió al doctor una explicación. La situación es ésta –iniciaba el doctor- hace día y medio sufriste un accidente, aquí en tu casa. ¿Qué es lo último que recuerdas? -Recuerdo una puesta de sol que presencié con mi amigo Raúl, ¿eso en verdad ha pasado? -Preguntó Daniel confundido- Correcto –dijo el doctor- El día que presenciaron la puesta de sol fue el mismo día que sufriste el accidente. Tras regresar a tu casa te metiste a dar una ducha cuando resbalaste y golpeaste fuertemente tu cabeza, perdiste mucha sangre y durante este tiempo la consciencia. Tu madre notificó al hospital particular de donde vengo y dictaminé que era preferible tenerte cómodo en tu habitación. Pese al golpe y la pérdida de sangre, los medios disponibles posibilitaron tu estancia aquí. Daniel entendía lo que había sucedido y empezaba a tratar de recordar. Seguía un poco confundido a lo que el doctor respondió que era normal.

-La visita al asilo no sucedió cierto- Preguntó Daniel.

-¿Qué visita Daniel?

-Olvídelo, no tiene importancia- Dijo Daniel reflexivo.

-Tómatelo con calma, el golpe fue fuerte, pero todo parece advertir que no hay daño cerebral. Pronto estarás como nuevo.

Daniel, el mismo día que despertó recordó que su abuelo estaba delicado de salud, a lo que le pidió ayuda a su mamá para ir a visitarlo. La mamá protestó, ya que el doctor había indicado mantener el reposo, sin embargo, la madre entendió la inquietud y ayudó a su hijo a visitar a su abuelo.

La llegada al hogar del abuelo de Daniel no pudo ser más oportuna. Se encontraba ya en un estado del cual ya no había retorno. El abuelo se mostró feliz por verlo una vez más y secó las lágrimas que recorrían las mejillas de su nieto. No entristezcas –dijo el abuelo- la hora llegó y me alegra que estés aquí nieto mío.

¿No tienes miedo?- Preguntó Daniel.

Tenía miedo de que no llegaras -Contestó el abuelo- No te preocupes por mí, preocúpate por ti y por tu madre. Ya me siento listo.

Gracias por todo lo que me has enseñado y por todos los momentos felices que recuerdo junto a ti. Siempre te recordaré abuelo –dijo Daniel con una última lágrima recorriendo su rostro.

Recuerda nieto mío, que no hay nada más importante que vivir plenamente. Sí, tendrás buenos y terribles momentos. Te romperán el corazón muchas veces, pero que eso no te haga bajar la mirada por largo tiempo, siempre encuentra la manera de superarte. No dejes de sentir. Ama, piensa, estudia y sal ocasionalmente a escuchar música acompañado de un buen trago. Disfruta día a día de esta vida que no sabemos cuándo puede acabar. Experimenta, adquiere conocimientos y compártelos, pero sobre todo, conoce cuanto puedas conocer para que cuando llegue la hora, fueran muchos o pocos los años vividos, tengas algo que valga la pena recordar a la hora de dejarte ir. Así, como yo, ahora lo hago.

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