23 AÑOS DE "EXCELENCIA ACADÉMICA"

23 AÑOS DE "EXCELENCIA ACADÉMICA"
Con un firme modelo educativo constructivista-humanista, el Instituto Universitario Carl Rogers, IUCR, nace en el año de 1994, bajo el nombre de “Centro Universitario de Puebla”, Actualmente "INSTITUTO UNIVERSITARIO CARL ROGERS" con el objetivo de difundir los conocimientos y vivencias de la psicología, psicopedagogia y psicoterapia humanista, creando a su vez programas, proyectos de crecimiento y desarrollo del potencial humano. LÍDER NACIONAL EN PSICOLOGÍA, PSICOPEDAGOGÍA, COMPORTAMIENTO Y DESARROLLO HUMANO EN LAS ORGANIZACIONES quieres saber más... visita nuestro web site www.unicarlrogers.com.mx

sábado, 23 de septiembre de 2017

Impacto psicológico de la crisis de separación conyugal violenta en el varón: una aproximación narrativa a la interpretación de los factores de violencia.
Por: Marco Antonio Rojas Quiroz
Instituto Universitario Carl Rogers
Licenciatura en Psicología
Psychological impact of the crisis of violent conjugal separation on male: a narrative approach to the interpretation of the factors of violence.
ABSTRACT
Marital separation crisis represents for many men a dip in a process of multiple facets and degrees, going beyond domestic violence But they "must" cross it as if there was no such violence and, worse still, as if will not affect them, with stoicism and invisible. Information and studies that address violent factors affecting on the male in these circumstances - which are scarce or of difficult access, coupled with a social representation of the stereotype of how man, always considering executor and not victim, let still little intention to understand that this crisis committed the psychic - and sometimes physical - men's health. In a qualitative approach, at an exploratory-explaining level, the Semi-structured interview, the Story of life and the phenomenological observation allow access, through narration, to contact with some emotional stress triggers and the pragmatic meaning of these in the psyche of the male, as well as other many signs of mental impairment and behavioural. Reconsideration of factors of domestic violence against men in separation, will be critical to devise a suitable future therapeutic treatment,  emotional, affective disinhibition and dignified behaviorally-oriented.
Keywords: abused male, marital separation, masculinity, crisis by separation, mental and physical health and psychological care.
Resumen
La crisis de la separación conyugal representa para muchos varones una inmersión en un proceso de violencia con múltiples facetas y grados, yendo más allá de la doméstica. Pero ellos “deben” cruzarla como si tal violencia no existiera y peor aún, como si no les debiera afectar, con estoicismo e invisibles. La información y los estudios que abordan los factores violentos que inciden sobre el varón en estas circunstancias -que aparecen escasos o de difícil acceso-, aunados a una representación social del estereotipo de cómo ser hombre, considerándolo siempre ejecutor y no víctima, dejan todavía poca intención de entender que esta crisis compromete la salud psíquica -y en ocasiones física- del hombre. En un abordaje cualitativo, a nivel exploratorio-explicativo, la Entrevista semiestructurada, el Relato de vida y la observación fenomenológica permitieron acceder a través de la narración, al contacto con algunos detonantes de tensión emocional y al significado pragmático que revisten estos en la psique del varón, además de otros tantos signos de afectación psíquica y conductual. La reconsideración de los factores de violencia doméstica contra el varón en la separación, resultará determinante para idear un adecuado tratamiento terapéutico futuro, orientado a la desinhibición emocional, afectiva y conductualmente dignificante.
Palabras clave: varón maltratado, separación conyugal, masculinidad, crisis por separación, salud psíquica y física, atención psicológica.
I. Introducción 
Una de las muchas verdades deprimentes acerca
de la relación entre los sexos consiste sencillamente
en que el varón no existe prácticamente en el mundo
de las mujeres
E. Vilar.
El acontecimiento de la separación, en este caso de tipo conyugal   -o sus equivalentes, toda vez que involucren una condición de responsabilidad mayor a diferencia de la relación de noviazgo-, a menudo finca el punto de partida de una crisis multifactorial en cada uno de los integrantes de la familia nuclear, hasta ese momento. Se plantea multifactorial porque involucra ámbitos económicos, legales, de vivienda, laboral, social, de familias de origen, de representación social de género, y acaso otros más, dependiendo del entorno psicosocial, cultural y económico de los involucrados. Así, en poco tiempo, queda desestabilizada la homeostasis personal de cada miembro y por ende, la del ente familia.
Partiendo del momento de la escisión, en tanto la familia continúa siendo: “el contexto social más privilegiado de influencia y de eventual optimización del desarrollo biopsicosocial humano” (Vallejo Orellana, Sánchez-Barranco, F. y Sánchez-Barranco P., 2004, p. 92). La atención, asesoría y protección de los derechos (y bienestar) de los involucrados se supondrían equitativamente amparadas por diversas instituciones y marcos legales y jurídicos. Nada más lejano a la realidad. Y menos en lo alusivo a una equidad de género, socioculturalmente hablando.
Partiendo de este punto se aborda el análisis de una inquietud  invalidante sobre una poco existente -o virtualmente oculta- consideración de la afectación psíquica en el trance de la separación, situación que  resume -¿o agrava?- el universo de factores que integra el concepto de violencia hacia el varón.
Ahora bien, si cada miembro del sistema familiar es profundamente afectado –alusión usada para no victimizar a ninguno de los miembros- por la “onda de choque” de la separación, lo cierto es que, desde los constructos del Derecho (civil y penal), de la asistencia pública y privada, hasta las conceptualizaciones sociales y familiares respecto al divorcio, la separación, etc., ostensiblemente orientan su atención hacia las figuras de madre e hijos, minimizando -si no anulando- la incidencia de la crisis y sus secuelas en el otro cónyuge, recrudeciendo por ende su efecto viral en la vida psíquica y conductual de éste.
          La entrevista semiestructurada, poco directiva, la observación fenomenológica y la escucha activa ofrecen aquí un canal adecuado para acceder al significado que el varón da -a nivel psíquico y  conductual- a su circunstancia mientras afronta el evento de separación. La narración libre del evento permite, en el análisis del discurso, identificar efectos psicológicos y psicosomáticos normalmente silenciados en el varón.
II. Un universo violento en torno al varón en separación
Puede preverse un universo de factores que desarrollan tensión emocional, previos y durante el evento de separación, cuya puntuación y escalada pueden conjugarse  como violencia inherente. De los primeros factores a considerar, uno sería la representación social de la violencia doméstica. Corsi (citado en Fundación Mujeres, [s. a.]) plantea que las mujeres son, ante la visión global, la población en riesgo. De tal manera, la concepción generalizada o normalizada es que cuando se desarrolla violencia doméstica debe entenderse como violencia hacia la mujer (p. 2). Esto se aprecia sensiblemente en el hecho de que, así en el ámbito cotidiano como en el de estudio, es difícil comenzar a sugerir cualquier evento en donde se mencione que el hombre esté siendo víctima de maltrato cuando el análisis, las sospechas, las hipótesis, den ya lugar a la duda y hurguen buscando una primera agresión apuntando hacia el blanco femenino para poder circunscribir el acto violento hacia el hombre como reacción y no como origen. De manera concomitante, la atención de los estudios de cualquier disciplina que pueda relacionarse con la violencia hacia el varón se ve frecuentemente minimizada en función de la estadística y la representación social de género prevalente.
Haciendo referencia a esto, introduce Duarte (citado en González y Fernández, 2014):
…la violencia en el hogar, en particular entre los cónyuges, a pesar de su comprobada incidencia (sobre todo hacia la mujer por parte del hombre, como la más frecuente y culturalmente esperada), aún no ha sido documentada de forma suficiente tanto en México como en América Latina... (p. 3).
Deja intuir que tal sesgo -y pobreza- en el estudio de tal fenómeno, permea y distorsiona la cantidad y la calidad de la información que pudieran sustentar la investigación imparcial y nutriente, particularmente sobre el tema que aquí se aborda. Empero, deja muy ubicado el territorio donde más incide esta ignorancia socialmente aceptada.
Así surge la representación social que señala pertinazmente al hombre como el generador de la violencia y de manera simultánea convierte en víctima per natura a la mujer. Esta percepción encuadra en un paradigma peculiarmente sensible de la cultura latinoamericana y puntualmente, de la mexicana, como lo circunscribe Cerezo (2016) en el concepto de estereotipo dicotómico (Las mujeres son víctimas de violencia; los hombres son victimarios), que es una de las premisas que impiden “tanto a víctimas como a victimarios modificar sus vidas; y a los profesionales (…) proporcionar servicios de prevención, intervención y extensión…” (p. 56). Esto permite reflexionar que el seguir cultivando tal paradigma, sesga el acceso al conocimiento de otros vértices ocultos en el estudio de la incidencia de los factores violentos en el hombre y posterga reestructuraciones de toma de conciencia, prevención y diseño de protocolos de atención psicológica adecuados y verdaderamente equitativos.
III. El problema de la  invisibilidad
La violencia en la pareja dirigida hacia el varón pareciera pues, un tema meticulosamente evadible aun en tiempos de pugna por la equidad. En la mesa denominada Hombres maltratados, llevada a cabo en la Facultad de Ciencias Políticas y sociales de la UNAM, Nelly Tello, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM  (citada en Galán, 2006), sustenta: “el tema de los hombres maltratados aún no está socializado. (…) hay que reconocer que [tal violencia] se da (…); lo más complejo es que ni siquiera se nombra y hacerlo se vuelve una osadía” (párrs. 4 y 6).
          Se suma así otro factor de afectación en el psiquismo masculino: la invisibilidad. Esta ahonda la duda ante la posibilidad de denuncia, vela la toma de conciencia por parte del mismo hombre de que tiene un problema y se recrudece ante la minimización cultural, social, mediática y legal de que el hombre pueda ser, en cualquier momento, también víctima.
Sobre algunos de estos aspectos, destaca Sánchez Rivas (2014):
Es cuestión de realizar una fugaz revisión sobre los hombres maltratados e inmediatamente notaremos que (...) [está previsto en] la Ley (…), sin embargo no existe institución alguna que oriente a la víctima en su proceso de denuncia y reparación del daño; no existen grandes investigaciones por parte de expertos, por tanto pareciera que la dificultad es que no es considerado como una problemática social (p. 6).
Punto este en donde, aun cuando la estadística deviene eventualmente en una de las agravantes de la mencionada invisibilización del fenómeno, puede de igual modo transparentar y constatar una realidad, al menos develada por el dato duro.
Emana así una numeralia casi oculta, como la que aportan Trujano et. al. (2010):
·       Algunos autores en 1997 encontraron que el 1% de las esposas maltrataba a sus maridos (Olamendi, 1997); para 1998 otros observaron un 2% (Corsi, 1997; 1998); pero para el año 2005, se hablaba ya de al menos un 10% a 15% de varones golpeados. Finalmente, se calcula un 23% aproximadamente en que los combates son mutuos; al respecto, por razones obvias, existe menos investigación.
·        El Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CAVI) apunta que: “en el primer semestre de 1997, una de cada 10 víctimas de violencia doméstica era varón; pero para el 2006 aumentó al 14.1% en la capital de la República, según el mismo CAVI y el DIF (Desarrollo Integral para la Familia)”.
·       Durante el año 2001 se registró un 6% de varones víctimas de sus parejas, y de enero a agosto del 2002, hubo 23 denuncias por parte de ellos en el Estado de Aguascalientes. También en el D.F., de enero a septiembre del 2002, fueron atendidos por violencia doméstica de sus cónyuges 234 varones, según cifras de las Unidades de Atención y Prevención de la Violencia Familiar (UAPVIF).
·        En el mismo 2003, el Consejo General del Poder Judicial en México informó de siete varones asesinados por sus esposas. En el 2004, el Instituto Nacional de las Mujeres confirmó que 73 varones fueron atendidos por malos tratos sólo en el D.F.
·        En el mismo año, las personas atendidas por violencia familiar en las unidades de la Secretaría de Salud del Distrito Federal (SSDF) manifestaron que el 21.8% de las víctimas fueron varones.
·        En el 2007, el Procurador General de Justicia en el Estado de México aseguró que en esta entidad, en los últimos años por cada asesinato de mujeres ocurren tres homicidios dolosos contra hombres, casi todos producto de problemas pasionales (pp. 340, 341).
Las cifras resultan datos groseramente fríos y pueden dar una connotación errónea de competitividad malsana por la prevalencia hegemónica de la victimización entre géneros. Pero no es aquí la intención sino más bien la de reintegrar y devolver la personalidad al varón -de inicio bajo su constatación estadística- como individuo susceptible de sufrir daño y afectación por efectos de violencia, particularmente al nivel psíquico que aquí ocupa; y no exento de sus determinantes genéricas sino conjugado con su propia concepción personal y social.
IV. Interpretación pragmática de la violencia por el varón
Si se atiende a los patrones de violencia doméstica, observaciones en este caso psicológicas, muestran que su vivencia es similar a cuando ellas son las víctimas; y puede derivar incluso en asesinato. Es decir, ellos también sufren violencia física, psicológica, sexual, económica, social y objetal:
…algunas esposas maltratadoras se burlan en privado o en público del marido, lo intimidan y humillan; lo aíslan de familiares y amigos; le retienen el dinero; lo amenazan con suicidarse o dañar a sus hijos; le impiden trabajar o estudiar; lo chantajean con gritar pidiendo ayuda a los vecinos, seguras de que les creerán a ellas; lo agreden físicamente de propia mano o recurren a terceros (a través de familiares, amigos o amantes) a quienes convencen de que el marido merece ser castigado (Del Ángel y Monserrat, citados en Trujano et. al, 2010, p. 342).
Pero a partir de aquí, los efectos parecen ya no ser tan equitativos (contención de la ira, devaluación de la imagen –propia y social-, de la autoestima frente al concepto de ser hombre, sentimientos de enajenación por el alejamiento forzado de los hijos (alienación), abandono forzado o necesario de la vivienda, limitantes legales, etc., además de las posibles secuelas somáticas).
Deviene entonces una vulnerabilidad en el varón que incrementa la marejada de una violencia de entorno que inflige aquél estereotipo dicotómico (Cerezo, 2016).
Puntualiza al respecto Folguera (2013): “el varón maltratado ve disminuida su capacidad de defensa, a nivel emocional y jurídico, en función del concepto de macho (…), y de la magnitud y visibilización del maltrato hacia la mujer” (p. 11). Situación que nos habla de cómo vivencia el hombre su debacle identitaria.
Esta interpretación tiene relación particularmente, con que el entorno sociocultural conmina al varón a cruzar de “determinada manera” el evento mientras lo vive en soledad y sin precedente conductual, desde dentro. Los significados entonces cambian: por ejemplo, los episodios de depresión a causa de la separación no son solo depresión sino que vienen agravados por el propio fracaso afectivo, la objeción ante su propia imagen, la contención del exabrupto emocional (catalizador), frustración, ira, ansiedad, abandono (incluido el interpersonal y el jurídico), complicación financiera y habitacional, cambio de modus vivendi, culpabilidad, etc. Metafóricamente, el hombre se descubre repentinamente con la señal de Caín en la frente.
De tal manera, el problema radica en discernir, de toda esta gama de impactos emocionales, cuáles pueden causar los desequilibrios más críticos y el nivel de mortalidad (posibilidad de daño físico) que puede generar. No deja de suponerse que aún individuos con condición conductual menos vulnerable o de alto nivel de resiliencia, llegan a experimentar con la separación algún  momento dañino a nivel psíquico -en cualquiera de sus facetas- con variaciones en la intensidad, si acaso.
V. La narrativa del varón: ¿qué es lo que experimenta?
La estadística planteada es inevitable aunque esclarecedora. Ahora, es requerido acercarse a la vivencia real en los términos en que se expresa en los momentos de la crisis de separación. Permitir al hombre involucrado la expresión libre de los acontecimientos, es el medio ideal para que el individuo haga contacto con la experiencia, representando incluso ya, un primer auxilio psicológico[*], abriendo un canal que, como se vio, es probable que estuviera bloqueado. La transcripción de un fragmento de una entrevista -sin afanes activistas- demuestra cómo van presentándose significantes y significados que, si bien pueden considerarse -como de hecho se hace-  rasgos inherentes a una crisis, permiten entrever un meta-significado más profundo en el individuo.
          La escucha activa y la observación fenomenológica resultan indispensables atendiendo al Relato de vida, ya que permiten el contacto con la metacomunicación, es decir, el mensaje pragmático del discurso[†].
Se consideró conveniente dejar como guía un código fenomenológico para  facilitar una representación mental y una lectura más subjetiva de la narración.
Codificación
Er.       Entrevistador
Eo.       Entrevistado
(¿)       Interrogación
(¡)        Exclamación
(¡)*       Ánimo exaltado
(…?)    Dubitativo
(…)      Pausa
(…)+    Pausa larga (reflexivo, meditabundo o disociado)
O.o      Gesto significativo + descripción
:*         Tono bajo a inaudible
:0?       Locución extraña/subjetiva/metáfora
Relato de vida (fragmento)
Er.: ¿Puedes narrarme la situación que cruzas? Te recuerdo         que cuanto me compartas será confidencial. Agradeceré        puedas ser lo más abierto y sincero. Si acaso, apenas    te interrumpa por algo que no me quede claro, ¿de   acuerdo?
Eo.: Sí, claro. De acuerdo.
(…) O.o (cruza la pierna derecha)
Eo.: Pues, como te comenté: la cosa es que, pues… no sé. Ya no aguanto. (…+) (O.o baja la pierna, mira hacia el suelo, dedos entrelazados o giran rodeando los puños)…
Er.: Cuéntame qué sucedió, por favor.
Eo.: Pues que tuve pleitos con mi esposa (…), como siempre... y pues, ya no estoy en la casa, me salí. (…). (¡)* La cosa es que ahora ni siquiera tengo dónde caerle: estoy ahorita con un carnal que tiene un cuarto y, pos de buenas  que… que... me dio chance de estar allí. (…) pero nomás será unos días… luego no sé qué voy a hacer.
(:*)… pa´ colmo ´horita sin trabajo. (¡) Me siento desesperado (…+) (O.o lleva las manos -crispadas- a los costados de la cabeza, se agacha. Ojos cerrados fuertemente, respiración agitada).
Eo.: (…) y mis hijas. (¡) No las he visto. No me ha dejado hablar con ellas. Ni el teléfono contesta. Y llama nomás para pelear de nuevo, no se cansa (¡) . Y luego que si me acerco a la casa dice que manda a la policía (…)
Me siento una m… (¡) (…)No sé cómo ch… se llegó a esto.
Er.: ¿Lo ha hecho?, eso de llamar a la policía.
Eo.: Pos, no. Pero sí la otra vez ya llegaron a tocar los vecinos. Le preguntaban a ella que si estaba bien, que si había problemas… que si la ayudaban y no sé qué otras ondas...
(¡)* (...)+ (salta de tema) Chihuahua, si no era tan fácil, car...jo (!) (O.o) (voz quebrada, manos crispadas). Hicieron recorte allá en la empresa y me tocó. No fue onda mía, de verdad.
Er.: ¿Cómo es que decides salirte? ¿Qué ocurrió?
Eo.: (…+) (O.o sigue con los ojos clavados en el suelo).
Caray, no sé. Sólo era pleito sobre pleito. Ya cada noche era de estarme mentando la m… Muy oscuro todo (:0 ?). Ni porque estaban mis hijas (…)
Ya las últimas veces ya también gritaba yo, y lo malo es que no podía hacer nada (…)
Er.: ¿Hacer como qué?
Eo.: Pues, nada. Cara..o que al menos si hubiera sido un hombre sí le rompía yo su m… (¡)* [O.o cierra y oprime los puños. Tiembla, Mirada perdida]
Er.: ¿Lo hiciste?
Eo.: [:* ] …no. Eran solo las ganas, muy fuertes, pero mejor terminaba pateando algo (…) A veces me golpeaba yo mismo :*(…+).
(¡)* Ella nomás se metía a la recámara con mis hijas, burlándose, pendej…dome. Ya no me dejaba entrar ni por mi ropa. Y pos me tenía que quedar bufando, dando vueltas como loco por la sala. (O.o respiración agitada)…Hasta que me tiraba a dormir en el sillón…
Discusión y comentarios
El ejemplo no puede generalizar las circunstancias de una población masculina representativa del que se desprendieran datos cuantitativos. Pero tan sólo nos devolvería a las estadísticas. Empero, sí pone de relieve la conjugación de múltiples factores; devela el engranaje  de una expresión de la violencia doméstica con blanco en el varón que, como puede apreciarse, denota una generalizada sensación sorpresiva y creciente de impotencia y pérdida de la autoimagen.
El empleo de la fuerza mediante el abuso emocional -uno de los rasgos de violencia intrafamiliar-, se detecta apuntalado en diversas acciones: la exclusión de la vivienda, la amenaza del escándalo como imposición de poder, el comienzo de la alienación de los hijos, el estrés económico potencial, la agresión verbal, etc.
Tuve pleitos con mi esposa…: la minimización y negación patente del problema como conflictos personales de la compañera o como si fuera algo que no está sucediendo (Trujano et. al, 2010).
La culpabilidad: “No fue onda mía, de verdad…” surge como un elemento subjetivo en la experiencia de victimización conyugal[‡]. Aquí resaltan rasgos de una autoestima baja, aunque esta puede ser igual factor que consecuencia de la violencia experimentada, en constante retroalimentación.
Queda latente el factor económico, que puede ser, en el mismo modo cibernético, detonante o consecuencia del conflicto. “El varón que (…) empieza a ganar menos dinero, ha fracasado, y lo pierde todo: mujer, familia, casa, hasta el sentido de vida. Y desde luego, todo cobijo del alma en el mundo”, según anota Vilar (1973, p. 9).
Aunque podría manifestarse todo esto como partes inherentes a un conflicto que desequilibra a un sistema, la asunción actual de que el hombre es per sé un agresor, deshabilita la posibilidad de que el mismo se considere capaz de sentir, expresar e incluso denunciar un daño, y lo conmina a enfrentar una situación por sí misma destructiva, en un virtual abandono y desahucio. Incluso de sí mismo.
Más allá del aparente entorno sociológico de este escenario, puede preverse que a nivel psíquico la suma de todos estos detonantes devenga en un estado de ansiedad generalizada que puede crecer a niveles somáticos. Y afectando la modalidad cognoscitiva, incluso llegar al suicidio o el asesinato.
Si es válida una analogía, el hombre que sufre este tipo de violencia, en cualquiera de sus formas, al mirarse al espejo observa de modo esquizofrénico la anulación, el abandono, el mutismo y la virtual ausencia de recursos para resolver no sólo la situación sino resolverse a sí mismo: la agravante de su crisis es la anulación, la pérdida subrepticia de la supuesta hegemonía masculina, comprendida en su más sana concepción interior.
La consideración de estos y más factores emergentes deben dar preámbulo a abordar la asistencia crítica, así como un ulterior proceso psicoterapéutico, bajo un perfil orientado hacia un estilo de comunicación masculino, el apuntalamiento de su identidad, y favoreciendo su desinhibición emocional, afectiva, conductualmente dignificante.
Bajo una mirada humanista:
Los hombres (…) han realizado un trabajo bastante pobre para apoyarse los unos a los otros. Se nos ha enseñado desde el nacimiento la creencia social de que las mujeres son el sexo débil, quienes necesitan protección y apoyo de nuestra parte. Sin embargo, hay cierta duda respecto a qué sexo [debe ahora] reclamar ese título. (…) admitir que hemos [los hombres] sido heridos, será la primera misión (Kipnis, 1993).
Referencias
Cerezo, H. (2016). Desnudando a Eva: La violencia femenina. Revista Científica
Arbitrada de la Fundación MenteClara, 1(3), p. 50-68. Disponible en: https://datahub.io/dataset/2016-1-3-e19
Folguera Cots, L. (2013). El varón maltratado: Representaciones sociales de la
masculinidad dañada. (Tesis doctoral, Universidad de Barcelona, España).
Fundación Mujeres [s.a.]. ¿Cómo se puede prevenir la violencia en la pareja?
Documentación de apoyo. Disponible en http://tiva.es/articulos/www-1.corsi.com.ar.pdf
Galán, J. (2006). La violencia contra hombres, tema poco abordado en México. La
González Galbán, H. y Fernández de Juan, T. (2014, julio-diciembre). Hombres
violentados en la pareja. En jóvenes de Baja California. México. Culturales. Pp.
129-155.
Kipnis, A. R. (1993). Los príncipes que no son azules. Argentina: Vergara.
Rojas-Andrade, R., Galleguillos, G., Miranda, P. y Valencia, J. (2013, octubre-marzo).
          Los hombres también sufren. Estudio cualitativo de la violencia de la mujer hacia
el hombre en el contexto de la pareja. Revista Vanguardia psicológica Clínica,
Teórica y Práctica. Vol. 3, Núm. 2, pp. 150-159. (Consultado el 11 de noviembre de 2016). Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4815152
Sánchez Rivas, J. (2014). Hombres violentados psicológicamente por sus parejas: Lo
que el sexo fuerte se cansó de ocultar. (Tesis de licenciatura). Santiago, Chile:
Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Slaikeu, K. (1996). Intervención en crisis. México: El Manual Moderno.
Trujano, P., Martínez, A. E. y Camacho, S. I. (2010, julio-diciembre). Varones
víctimas de violencia doméstica: un estudio exploratorio acerca de su percepción
y aceptación. Diversitas, perspectivas en Psicología. Vol. 6, Núm. 2, pp. 339-354.
Vallejo Orellana, R., Sánchez-Barranco, V, F. y Sánchez-Barranco, V, P. (2004,
          octubre-diciembre). Separación o divorcio: Trastornos psicológicos en los
          padres y los hijos. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Núm.
          92, pp. 91-110. Disponible en:
Vilar, E. (1973). El varón domado. México: Grijalbo.
Bibliografía sugerida
Toldos, M. (2013). Hombres víctimas y mujeres agresoras: La cara oculta de la
violencia entre sexos. México: Cántico.



[*] En lo que refiere al contacto psicológico: “que la persona sienta que se la escucha, aceptan, entiendan y apoyan”. Slaikeu (1996).
[†] Significado pragmático. Ling. Disciplina que estudia el lenguaje en su relación con el hablante, así como los enunciados que este profiere y las diversas circunstancias que concurren en la comunicación. (RAE, Diccionario de la Lengua española).
[‡] Rojas-Andrade et al. (2013). Los hombres también sufren: estudio cualitativo de la violencia de la mujer hacia el hombre en el contexto de pareja. p. 154, Fig. 3. Elementos subjetivos de la experiencia de victimización conyugal. La culpa como forma de aceptación de la violencia. 

viernes, 22 de septiembre de 2017

La Misión de Balam

La Misión de Balam
Por: Christian Matus López
Primer lugar: "Cuéntanos tu cuento 2017"  

Esta historia, trata del recuerdo más preciado que tengo. Son las memorias de un simple viejo, y van más o menos así…
La niebla se espesaba abrazando los arboles verdes de la selva y yo corría para alcanzar el paso largo de mi padre. Un día especial, ¡Si señor!, era el séptimo día de mi nombre y el día que empezaría una tarea planeada desde hace tiempo; Recuerdo que desde muy pequeño, disfrutaba ver el arte de como mi padre entrelazaba vistosas plumas de colores brillantes; las clasificaba por, tipos, tamaños e intensidad de cada una. Con mucha paciencia y delicadeza, se convertían en tapetes que brillaban deslumbrantes a la luz del sol, mantos que acariciaban ondulantes el aire al ser puestos sobre el hombro de las personas, magníficos penachos ataviados de matices esplendorosos para el gusto de los dioses, entre muchas otras cosas.

-Papá, ¿Por qué no usas una prenda como las que haces?– Le pregunté un día
-Balam, hijo. Las plumas solo pueden ser usadas para los grandes señores. Son los representantes y voces de nuestros creadores, es por eso que deben lucir hermosos a ojos de los dioses. – Respondió. Aquel día en que supe que mi padre nunca podría usar una de esas prendas, tuve la idea de averiguar dónde recogía todas esas plumas y así hacer un penacho con mis propias manos, y regalárselo en secreto.

  Llegamos al santuario. Los árboles dejaban asomar sus raíces apuntando al acantilado. Curiosamente, las aves más hermosas preferían anidar en los árboles situados en la cornisa; lo que hacía que todas las plumas no cayeran al suelo, sino se desplomaran por la barranca hasta quedar atrapadas en las raíces. El trabajo consistía en bajar atado de una soga a recoger todas las que habían quedado enganchadas o, rodear la barranca por un sendero que bajaba por un camino escabroso que además de peligroso, implicaba un par de horas de bajada y otras dos de subida. Me quedé con la primera opción, y aun así, el peligro no amedrentó la obstinación de mi misión. Pasaron días y meses, los ratos que podía escapar e ir al santuario eran pocos y tenía que arreglármelas como pudiera. Muchas veces me sentí tentado en matar con una silbatana a uno o dos pájaros, subirme a los nidos o cualquier cosa que me facilitara el trabajo. Me alegro de no haberlo hecho.
Hubiera sido lo más bajo y además, maldecido por los dioses. No se puede disponer de una sola pluma si el ave no se ha desprendido completamente de ella. Las plumas, son el regalo que los dioses dan a los hombres por medio de las aves para vestir adecuadamente en presencia de ellos cuando suben a las pirámides a ofrendarles su amor. Por lo tanto, una pluma arrancada por la fuerza, significaría robarle a los mismos dioses. Al término de cada misión, me desviaba y depositaba mi colecta en el hueco de un ahuehuete. Esconderlas en un lugar donde nadie supiera nada, era la mejor opción.

  Un día, el cielo comenzó a ponerse gris de una intensidad que nunca se había visto por estos lugares. El viento soplaba fuertemente y golpeaba las palmeras y los arboles al punto de tirar muchos de ellos. La gente se asustó, todos en la aldea corrieron a sus chozas, y por un momento, pensé que mi misión de recolectar plumas tendría que ver con aquello; Que había hecho enojar a los dioses por guardarlas en secreto y sin consentimiento de nadie. La tormenta estaba en su punto máximo y los techos de paja de algunas chozas salían volando y se perdían a lo lejos en el viento. Cuando estuve al borde del llanto, mire y abracé a mi padre decidido a confesarle mi secreto. Justo en ese momento, se alumbró el cielo nublado iluminando cada uno de los rincones de las chozas de la aldea. Se escuchó un crujido espantoso que bajaba del cielo, e hizo a todos tirarse al suelo mientras sentían como vibraba la tierra. Se escucharon gritos y plegarias, pero después de terminado el gran rayo, el viento dejó de azotar los techos, y la lluvia adelgazó sus gotas hasta dejar solo un ligero chipi-chipi cayendo de los cielos hasta convertirse en nada. Fue el suceso más extraño que se había visto. La noche comenzó a desvestirse y dejó ver una luna pálida colgando en el horizonte estrellado.

  Al día siguiente, comenzaron los trabajos de restauración de las chozas afectadas. No pude evitar salir corriendo cuando tuve la oportunidad de ir a ver si mis plumas habían sobrevivido. Grande fue mi alivio cuando descubrí que mi tesoro estaba casi intacto. Justo después de asegurarme de que todo estaba bien, me dispuse a volver, pero de pronto, a escasos pasos del enorme árbol, me topé con una enorme serpiente; Era verde y de escamas que parecían tener una textura de haber sido labradas con la obsidiana más filosa. Se mantenía erguida sobre su cuerpo enroscado, y su lengua bífida me olisqueaba desde su sitio.

-Hola, pequeño – Dijo la serpiente. - Estuve esperando toda la mañana para saber quién era el dueño de tan hermosas plumas. Me sorprende saber que se trata de un niño. Dime, ¿Cuál es el motivo de atesorar estos objetos tan valiosos?
Me quedé petrificado, sentí ganas de salir corriendo, pero alguna razón que aun desconozco, me hizo quedarme y contestarle. - Son… ¡Son para un penacho que estoy por construir para mi padre!- Grité tartamudeando
-¿Un penacho?, más curioso aún. ¿Conoces el valor de cada una de esas plumas? ¿Cómo las has adquirido? ¿Cuánto tiempo llevas recolectándolas?

  Fue extraño, una gran tranquilidad que me decía que no corría peligro alguno, me tranquilicé después de ver que la serpiente no tenía deseos de comerme. De lo contrario, lo habría hecho sin siquiera tomarse la molestia de hablarme. No tomaría más de cinco segundos en que su cuerpo quebrara cada uno de mis huesos, y sin embargo no lo hizo. Fue así como le relaté mi historia.

-Está por demás decir que un simple artesano no puede pasearse con un penacho o cualquier prenda hecha de plumas sin ser vocero de los dioses.
-Podría guardarlo, esconderlo y no usarlo, solo quiero que tenga algo del arte que yo he aprendido de él. Algo que esté a la altura de lo que se merece.
-¿Recolectar plumas para que terminen siendo guardadas? No, pequeño. No es lo indicado. Verás, ayer me encontraba vagando por los cielos, admirando esta tierra a la que un día bajaría y llegaría por los mares para quedarme para siempre. Desgraciadamente, mi hijo viento, se encontraba haciendo sus labores, y tal parecía que se encontraba malhumorado. Después de barrer el cielo, arrojó agua, y sin darse cuenta de mi presencia, arrancó todas las plumas que llevaba en mí. No pude aferrarme a nada y grité tan desgarradoramente que caí en forma de rayo hasta esta selva, en forma de una simple serpiente. Fue entonces que hoy por la mañana me dispuse a buscar alguna pluma suelta ya sea mía o de algún ave. Las pocas que encontré estaban desechas y maltratadas por la lluvia. Mis hijos deben estar buscándome, y sin alguien que los guie, no sé qué pueda pasar. Siento decírtelo, amigo Balam, admiro tu dedicación, pero necesito tus plumas para poder partir. No es el momento de quedarme, y menos así.

  Sentí un vacío que se expandía por mi corazón, apresado entre mi mayor deseo y lo que sabía debía de hacer. Recordé todo aquello por lo que pasé, los días, los meses, el peligro, la lluvia y ahora: la horrible recompensa. Aquella serpiente, sabía mi nombre. Me percaté de con quien estaba yo tratando y el apuro en el que se encontraba era de mayor importancia que el regalo a mi padre. Algo me decía lo que tenía que hacer. No pude evitar tirar una lagrima y miré a la serpiente fijamente y pregunté casi en forma de reclamo - ¿Por qué no simplemente las tomaste y ya?

-Porque las prendas deben ser tomadas solo cuando es el momento indicado de desprenderse de ellas, así como en las aves, no deben de ser robadas ni tomadas a la fuerza.
-Yo no quiero dártelas- Dije avergonzado y llorando con la cabeza gacha como esperando otra alternativa. Se trataba del regalo de mi padre.
-Lo sé, pero tu pesar dice que ha llegado el momento de dejarlas ir, por eso la razón de tus lágrimas. Cuando el alma llora, es hora de desprenderse de aquello que le acongoja. Tu trabajo es inocente y puro; algo hecho con amor. Y a veces las acciones que decides hacer con un objetivo, pueden terminar en infinitas posibilidades llenas de sorpresas, algunas buenas y otras no tan buenas, pero eso no quiere decir que al final no haya valido la pena.

  Me quedé parado un momento, la serpiente no dijo nada más y solo me miraba. Entendí que su paciencia era infinita y me permitiría hacerlo cuando estuviera listo. Caminé entonces hacia el ahuehuete y saqué hasta la última pluma de todas las aves que había guardado. Triste las tendí en el suelo y la serpiente se deslizó zigzagueante sobre ellas, dio muchas vueltas; parecía darse un baño hecho de colores. Entonces, no vi la piel escamosa y filosa que llevaba antes. De entre las suaves plumas, observé como se contrajo, se transformó, y emergió un ave hermosa, con el pecho rojo del color del guacamayo, plumas azul turquesa como las aguas de los mares, pero más brillantes que el reflejo del sol sobre el agua, alas enmarcadas del negro intenso del Tucán, y un pequeño pero hermoso penacho hecho de fibras tan delgadas y suaves como el hilo de la seda. Dejó ver su pequeño pico del color y brillo del oro y extendió sus majestuosas alas dejando ver los matices que en ellas llevaba. De pronto me miró, yo estaba atónito, y sin esperarlo, me abrazó con su plumaje y escuché decirlo: “abrázate de mí, aférrate”. Obedecí y me aferré al ave con fuerza, se levantó y volamos sobre la selva. Nunca olvidaré como luce un nicho de agua visto desde el cielo; parecía ser un ojo con el iris azul turquesa y la pupila del color del cielo al anochecer. De un momento a otro, descendió a corta distancia del suelo, en un claro de la selva y dijo:
-Ha concluido tu misión. Ahora suéltame, Balam. Pero toma una de mis plumas y llévala como obsequio a tu padre. - Obedecí, y cuando tomé una pluma, no me percaté de que pesqué tres al mismo tiempo. La fuerza de agarre de las tres plumas, ocasionó que crecieran y se alargaran como una larga cola.

-¡Solo una Balam!, ¡Solo una! – Me gritó el ave. Reaccioné después de que las tres plumas habían crecido bastante y por fin tomé entre mis dedos solo una. Se desprendió del cuerpo gracias a mi peso y caí al suelo con la pluma más rara, larga y hermosa que jamás había visto. Era de verde más oscuro, como el jade más preciado y de un brillo como la plata reflejándose en el mar. Alcé la mirada y vi perderse entre la espesura de los árboles al ave rumbo al cielo. Pude notar como de una sacudida intensa de sus alas, diminutas plumas se desprendían de si y caían sobre la copa de los árboles. Ese día la gente me vio correr con la pluma en mano. Se pasó la voz y hasta el mismo gobernador de la ciudad vino a casa para admirar dicha belleza. Quiso comprarla con mucho oro, pero mi padre orgullosamente no lo aceptó. Aquel mismo día, se escucharon en las selvas cantos de aves que jamás se habían escuchado ni visto. Me di cuenta que tenían las mismas características al ave en la que se convirtió la serpiente emplumada para partir, con la única diferencia de ser más pequeñas. Aquellas diminutas plumas que dejó, se transformaron en pájaros y fueron un regalo para los hombres. Supe entonces que tuvo que adoptar esa forma para no ser vista en su forma real.

  La gente, los consejeros y los gobernadores estaban impresionados de esta nueva especie y la bautizaron con el nombre de Quetzal. Esperaban con ansias que alguna de esas aves se desprendiera de una de sus largas plumas. Pasaron muchos años para que la primera lo hiciera. Para entonces yo era mayor y mi padre había muerto y sido enterrado con la pluma más hermosa de este mundo.


Fin