23 AÑOS DE "EXCELENCIA ACADÉMICA"

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Con un firme modelo educativo constructivista-humanista, el Instituto Universitario Carl Rogers, IUCR, nace en el año de 1994, bajo el nombre de “Centro Universitario de Puebla”, Actualmente "INSTITUTO UNIVERSITARIO CARL ROGERS" con el objetivo de difundir los conocimientos y vivencias de la psicología, psicopedagogia y psicoterapia humanista, creando a su vez programas, proyectos de crecimiento y desarrollo del potencial humano. LÍDER NACIONAL EN PSICOLOGÍA, PSICOPEDAGOGÍA, COMPORTAMIENTO Y DESARROLLO HUMANO EN LAS ORGANIZACIONES quieres saber más... visita nuestro web site www.unicarlrogers.com.mx

viernes, 25 de agosto de 2017

En la antigua calle de San Miguel

En la antigua calle de San Miguel
Por: Israel Manzo López
Segundo lugar "Cuentanos tu cuento 2017"

Fue un 18 de agosto, llovió sobre las calles de la Ciudad de México, el granizo no se hizo esperar, cubriendo de hielo el Jardín Centenario y la explanada de la Parroquia de San Juan Bautista, un viento frío apareció al finalizar la lluvia sin embargo los niños no pudieron esperar para jugar con el hielo, eran las 7 de la noche y Alejandro Cózar estaba sentado en una mesa de Sanborns tomando un café negro; viendo a la gente pasar, pensando y soñando. Él vivía en el número 3 de la antigua calle de San Miguel, una calle cerrada a tres cuadras del centro de Coyoacán y el mercado de artesanías; caminando a su hogar, Alejandro levanta la mirada del suelo justo en el momento en el que pasó junto a él, una mujer, vestida con una gabardina y tacones negros, al observarla a lo lejos se percató que llevaba un bolso pequeño y tenía puestos unos guantes de color vino, su mente empezó a dar vueltas preguntándose por el destino de aquella enigmática mujer, ¿de dónde venía?, ¿Porque nunca la había visto?. Al mismo tiempo esa última pregunta, fue como un déjá vu recordaba haberla visto en un sueño.

     Al mediodía del domingo fue a pasear al parque que, está enfrente del mercado de artesanías de Coyoacán; yéndose por la calle norte, se encontraba la tienda en la que acostumbraba comprar cigarrrillos, y ver a la linda señorita que le atendía; la muchacha le soltaba una sonrisa mientras que Alejandro contaba con detenimiento el cambio del billete de cien pesos con el que había pagado; regresando a su hogar, en la vieja calle de San Miguel, se encontraba un camión de mudanza en la esquina, a diez metros de su casa. Cuando de repente, se encontró a esa mujer de la otra noche, la vio caminar saliendo de la casona que estaba en venta, misma que era propiedad de Doña Isabel, que hacía años se encontraba deshabitada. Fue desde su partida a España, que esa casa no veía la luz.

     El volver a ver aquella mujer que desde el primer segundo vio su sus ojos marrones y se dio cuenta, que había algo especial en ellos, una especie de contradicción en sí misma, al bajar la mirada vio las largas piernas que tenía, de la cintura esbelta, de los pechos semidesnudos por el escote que adornaba su fino cuello y esos labios carnosos que gritaban y endulzaban una sonrisa atrevida, sin embargo esos ojos volvieron a provocar una mirada con la que se impactó de la presencia y se dio cuenta del porte y el alma que se encarcelaban ese cuerpo escultural de una mujer que impactaba con el brillo de su belleza; y con la fuerza de su carácter; Alejandro se quedó estupefacto, no podía hablar, no podía pensar, no podía hacer otra cosa más que guardar esa imagen que se convertiría en un pensamiento monótono a lo largo del día, veía que cargaba cajas y maletas, y descubrió que ella había comprado la vieja casona.

     Alejandro, tras verla se percató de su labial rojo carmesí el cual adornaba su sonrisa lo que ocasiono un suspiro; la mujer volteó, observó a Alejandro fijamente, se dio la vuelta, cogió una maleta y entró a la casona.

    Alejandro cautivado regresó a su hogar, subió las escaleras se sentó en el diván que estaba junto a una ventana y observo desde lejos el andar acompasado de la mujer más hermosa que había conocido, guardo este momento en su memoria, durante toda su vida, cada gesto, ademan, y movimiento de ella, era como ver una danza, una obra de teatro, el fragmento de una película, simplemente perfecto.

    El reloj continuaba su marcha pasaba la medianoche y Alejandro solamente pensaba en esa mujer desconocida que se había convertido en su vecina y en su deseo.

     El lunes en la mañana, Alejandro se dirigía hacia una cafetería frente al Jardín Centenario, donde habituaba desayunar antes de empezar su día, tuvo la fortuna de encontrar una mesa vacía, al sentarse y tomar la carta, escucho una voz clara, de mujer; era ella, preguntándole si podían compartir mesa, el aceptó sin pensarlo y percibió, como antes de sentarse, se quitó los guantes y puso su bolsa sobre la mesa, Alejandro le entregó la carta y lleno de misterio y nervios se le quedo mirando ella al percibirlo, lo único que hizo fue devolverle la mirada con una sonrisa. Llegó la mesera y Alejandro como todo un caballero la dejo ordenar primero, para posteriormente pedir un café expreso, terminando de ordenar, él dio el primer paso y le preguntó su nombre, la cafetería se quedó en silencio como si se hubiese detenido el tiempo y ella respondió: - “Mi nombre es Liliana Santana, soy tu nueva vecina”.

     Al poco rato de conocer el nombre de tan maravillosa y hermosa mujer, empezaron a hablar acerca de sus vidas, de como Alejandro trabaja en la Universidad de la Ciudad de México y ella comentaba que se había mudado recientemente para continuar dedicándose a las letras, la filosofía y su pasión el cine de arte, Alejandro se quedó impactado no solo por la belleza física que era evidente, si no por lo guapa que se veía con esa mente y por las vivencias, experiencias e historias, que hacían de Lili una mujer completamente diferente a lo que él había conocido. Mientras tanto ella escuchando el esfuerzo que Alejandro hacía en ese momento, lleno de nerviosismo e incertidumbre por no querer decepcionarla, no obstante su experiencia en la ciencia y la poesía, lo hacían un hombre muy interesante, sin mencionar el olor de su ropa producido por un buen tabaco, lo hacía agradable para Lili

- Eres diferente Alejandro, has logrado mucho en tan poco tiempo, eso es extraño en un hombre.

- No he logrado más que tú Liliana, ni a las sombras de tus tobillos he podido llegar.

- No hagas eso, no me gusta que me idolatren, pero gracias, y además, solo dime Lili.

- ¿Tomamos otro café Lili?

- Con gusto lo haría pero es hora de irme. Te veré más tarde.

     Al levantarse de la mesa, agarró tomo su bolso, se inclinó a agradecerle la compañía el desayuno pintarle un beso entre la boca y la mejilla, antes de que Alejandro pudiera reaccionar desapareció en la distancia; Alejandro al voltear a la mesa se percató de que Lili había dejado la mitad de la cuenta y la propina; Él se sonrió, puso el faltante, tomó su maleta y se fue de la cafetería pensando en ella hasta llegar a la universidad. Dieron las 4 pm y Alejandro llegó al frente de su casa, miró hacia la casona de Lili, entró a su hogar y se sentó en su cocina a comer junto a un libro que había dejado en la noche anterior y enfrente de él, la botella de vino y su copa de siempre.

     Terminando de lavar sus platos, cogió un abrigo y un paraguas para dirigirse a la eterna mesa reservada en el restaurant de Sanborns, junto al ventanal pidió su taza de café que usualmente ordenaba; y se dispuso a abrir su libro del famoso novelista Del Piero leyendo las aventuras del capitán Somocurcio, reviviendo la travesía del capitán, por las aguas del nuevo mundo para al final descubrir el cáliz de la vida eterna.

    Lili entró al restaurant y cubriendo los ojos de Alejandro se hizo presente, al quitar sus manos Lili le dio un beso más cerca de los labios de Alejandro que lo dejaban estupefacto y sin conciencia del momento siguiente; Lili se sentó frente a él y ordenó a la camarera una copa de vino tinto la cual tomo con sus delicadas y fuertes manos.

     Lo único que sucedió en esa mesa fue una charla muy amena, divertida y llena de goce para ambos, Lili le preguntó a Alejandro que si él la considera una buena mujer, a lo que él respondió:

-Si Jaime Sabines te hubiera conocido, nunca habría escrito, porque a él también lo hubieras dejado sin palabras y sin versos para describir la magnificencia de tu ser entero.

     Era oficial, Alejandro estaba enamorado, era amor de esos que solo puedes leer en los cuentos de ayer y hoy, ese amor que es perfecto, que no se puede idealizar, que solo pasa, ese amor que se siente al momento de tu primer beso, que no deja cenizas sino recuerdos fantásticos y lujuriosos, ese amor que ni los dioses del Olimpo pudieron impregnar en sus leyendas, un amor que se siente como el único y el ultimo, un amor que solo podía terminar en lágrimas; Alejandro regresó de su viaje perdido en los ojos de Lili y le preguntó que si lo acompañaba a pasear al Jardín Centenario, Lili le dijo que sí, Alejandro pagó la cuenta y se fueron hablando acerca del libro que Alejandro estaba por terminar.

     Ya en el Jardín junto a los arboles de cedro más viejos de Coyoacán, Lili se detuvo y le preguntó a Alejandro:

-¿Qué somos Alejandro?

-¿Por qué me preguntas eso Lili?, somos amigos, ¿no?

-No Alejandro, esa no es la respuesta que tú quieres decir realmente.

-No entiendo Lili, ¿Qué quieres que te diga?

-Te busqué en la tarde y no estabas y estuve buscándote por todos lados para saber tu respuesta real, ¿Qué somos?

-Soy un hombre de amor, y tu Lili, eres la mujer que yo quiero amar.

-Esa si es una buena respuesta Alejandro.

     Alejandro se detuvo y puso sus manos en las caderas de Lili, comenzó a llover y a lo lejos una canción salía de un bar, se vieron a los ojos y Lili le dijo que no se hiciera esperar, Alejandro tomó valor y se dieron su primer beso junto a la fuente de Aragón en el centro del Jardín, el calor de sus cuerpos se unió y ese momento fue cobijado en la lluvia y la oscuridad de la noche, después de ese momento Alejandro juró eterno amor por Lili . Juntos regresaron a la antigua calle de San Miguel y se despidieron con otro beso bajo el faro que separa una casa de la otra, una dimensión se abrió y Alejandro sólo podía vivir del amor de Lili, empezó a vivir de los tragos de amor y de las copas de cariño que Lili le dio esa noche, Alejandro y Liliana entraron a sus casas sin decir adiós, sin decir un te quiero, solo una sonrisa de Liliana y una nube en la cara de Alejandro; la noche se despejó una estrella brillaba más que las otras, Alejandro volteó hacia arriba la vio fijamente, y su corazón descansó de tal estruendo en su alma, Alejandro estaba enfermo de amor y loco de placer.

     Así pasó todo en la antigua calle de San Miguel, durante los próximos meses, la rutina era casi la misma, hasta un día que en el café de Sanborns Alejandro le propuso un viaje a Lili, ella accedió con la condición de que ella pusiera el lugar a visitar, Alejandro contento de la decisión empezó a planear
sus gastos y le dijo a Lili que lo viera en su casa en unas horas; Alejandro se levantó cogió su cartera y fue a su casa a reservar habitación para ese gran viaje, Liliana llegó a casa de Alejandro y él, le preguntó que cual iba a ser el destino, Lili no le quiso contestar y lo empujó hacia el pequeño sofá que tenía en su sala lo empezó a besar tan ligera y delicadamente, Alejandro la agarró del cuello y entre los dos empezaron una fiesta de sensualidad y pasión que no se veía en una noche de luna llena, abrazados y enamorados, descansaban sobre la alfombra de la sala, mientras la luz de la lámpara de mesa los iluminaba, se quedaron dormidos, sin fuerzas, sin pena, sin reservas, solo sus almas uniéndose cada segundo de esa pasado un rato, Alejandro despertó y vio a Lili observando la luna por la ventana con un cigarrillo en la mano y con la sábana que los cubría, se veía hermosa, bajo la luz de la luna, perdiendo la noción del tiempo y el espacio él dibujaba con su miraba, ese cuerpo de ángel, ese cabello suelto, simplemente la mujer perfecta, como salida de un cuento. Una musa solo descrita por la mitología griega. Aquella mujer incondicionalmente amada por él; ella regresó al sentir su mirada regreso a su regazo para abrazarlo y darle un beso en la frente. Eran los momentos más felices en la vida de Alejandro tal y como lo había soñado.

     El día de su viaje llego, guardándose para siempre en la memoria de Alejandro, ambos subieron sus maletas al auto y empezaron a recorrer el país, kilometro tras kilometro hablaban de su vida, de sus ideas, de sus libros, de su amor, y sus pasiones; en su última noche de viaje, fueron a cenar y se sentaron en la terraza con una vela iluminando la mesa y una rosa recién cortada del jardín junto a ellos; dos cafés negros y un rollo de canela para compartir, a la luz de la noche y de la vela encendida Alejandro tenía en la mano un regalo para Lili, se lo entregó, ella lo abrió; era un anillo, que tenía grabado el nombre de ella; Lili lo guardó y le dijo que también le tenía un regalo, pero no se lo podía
entregar en ese momento, le dijo a Alejandro que tendría que esperar. Esa noche se fueron a dormir, Alejandro estaba confundido y temeroso porque no sabía la causa por la que Liliana no se había puesto el anillo que le había regalado pero decidió guardar esa duda y estar con la mujer de la que estaba enamorado, se acomodaron en un abrazo lindo, entre las sábanas de seda que tenían y bajo una luna resplandeciente se entregaron a los mismísimos brazos de Morfeo.

     Al día siguiente arribaron a la antigua calle de San Miguel, tomaron sus maletas, se dieron un beso quedando de verse para cenar, pero Liliana tenía una mirada diferente, que Alejandro percibió al instante, estaba seguro que había un problema, pero lo ignoró.

     La hora de la cena transcurrió con incertidumbre, Alejandro esperaba que Liliana apareciera, pero no llegó a cenar, tras múltiples llamadas sin contestar, Alejandro se preocupó y decidió ir a buscarla, fue caminando atravesando el Jardín Centenario , llegó a la antigua calle de San Miguel, hasta la puerta y tocó varias veces sin respuesta, Alejandro estaba entrando en un ataque nervioso, sin contestar el teléfono ni la puerta, Alejandro pensaba lo peor, y tras un escenario imaginario, juntó fuerza , tiró la puerta principal gritando su nombre, gritando su nombre entre lágrimas y desesperación, la buscó en la cocina, en el estudio, en la bañera de la planta baja, subió las escaleras y entró a lo que era su habitación, sobre su cama solo había un pedazo de papel el cual decía:

Alejandro. Este tiempo juntos fue increíble, tantos momentos que pasamos juntos pero solo fueron eso, momentos, gracias por el anillo me encantó pero esa vida no es para mí, siento decirte esto pero la vida para mí es algo más que un anillo y una rutina, la vida es lo que pasamos juntos, eso es vivir y para seguir viviendo tengo que dejarte aquí y llevarte como un buen recuerdo, una buena experiencia sólo eso, te agradezco la vida que tuvimos juntos, me he enamorado por primera vez, pero es hora de irse gracias Alejandro estarás conmigo en mis recuerdos por siempre.

     Al terminar de leer la nota, Alejandro notó en la cama el anillo que le había regalado a Liliana y su labial rojo que había dejado atrás, se sentó en la cama y como un tsunami llegaron las lágrimas más tristes del otoño y no hizo más que pensar en ella toda la noche hasta amanecer en la vieja cama de
Liliana donde el sol mañanero despertó a Alejandro; una mañana con pocas nubes en el cielo y con un viento fuerte, Alejandro tomó el anillo y el labial, dejó la casona abandonada tras él.

     Fue caminando hacia el Sanborns y se sentó en la misma silla de la misma mesa que frecuentaba, pidió dos cafés americanos, con el ánimo por los suelos y el corazón fracturado, abrió su libro y tras leer la afortunada aventura de su amigo el capitán Somocurcio, llegó su respuesta, era amor, un amor puro, sin resentimientos sin discusiones, sin peleas, eso fue lo que tuvieron y el deseo de Liliana era de mantenerlo así, irse era la única manera de que ese amor no se manchara, Alejandro pensó que nunca encontraría ese amor de nuevo, de que la felicidad nunca estaría completa, una vida incompleta, una sonrisa incompleta, Alejandro entendió que nunca volvería a ver a Liliana Santana caminando sobre la antigua calle de San Miguel.

viernes, 18 de agosto de 2017

El fin de un suspiro

El fin de un suspiro
Por: Brenda Jiménez Negrete
Tercer lugar "Cuéntanos tu cuento 2017"

Era una mañana fría, con la brisa del viento rosando mis mejillas, lancé un satisfactorio suspiro y acomode con mucho cuidado mis frías manos cómodamente dentro de mis bolsillos, me dispuse a caminar por el corredor rodeado de flores con la mirada hacia abajo, me coloque mis audífonos blancos y comencé a cantar una de mis canciones favoritas: (una noche dulce de cereza, chocolate químico, haciéndome volar alrededor del cielo), cuando sin ninguna invitación e irrumpiendo mis pensamientos se filtró un sonido desesperado con una voz ahogada que me nombraba diciendo: - ¡Imerin…! ¿Sueñas despierta? - casi sin aliento se acercó a mí una chica de aspecto peculiar, era pequeña y hermosa, merecía semejante admiración: era tan bonita con una melena rizada color ébano que le colgaba a la altura de sus pechos destacando su delgado y bien torneado cuerpo, su cabello enmarcaba un rostro muy delicado, pero sin embargo su rasgo más llamativo eran sus ojos cafés y enormes con pestañas oscuras; era mi mejor amiga Maryan.

Me tomó del brazo con gentileza y caminamos juntas por el largo corredor; sorpresivamente un encantador aroma me hipnotizo y fascinada me decidí a deleitar aquel aroma que poco a poco se disipaba con el soplar del viento, un joven dejó tras su paso una huella como tatuaje en mi piel: era perfecto como si los rayos del sol conspiraran para colocarse cuidadosamente detrás de él, su pelo castaño oscuro y largo tan perfecto que parecía que pedía a gritos que deslizara mis dedos a través de el para acariciarlo, al seguir mirándolo la vista mejoraba: sus penetrantes ojos cafés oscuros ligeramente rasgados enmarcados con unos lentes que le daban un aspecto inteligente, su aterciopelado color dorado de su piel era resplandeciente.

- ¡Deja de comértelo con la mirada!, si no quieres quedar en vergüenza delante de todos, empieza a actuar como una persona normal -. Me advertí a mí misma.

Habían pasado tres semanas desde la última vez que lo había visto y yo me encontraba con mis lagunas mentales sobre la que sería mi presentación de danza jazz. Dentro de mi cabeza revoloteaban fugaces sueños al imaginarme el pequeño auditorio escolar convertido en un gran escenario con un telón decidido a abrirse para dejar al descubierto mis sueños como una constelación estelar cuando es admirada con fascinación. Yo deseaba con todas mis fuerzas poder algún día expresar mis sentimientos a través de mi danza, así que comencé a bailar extasiada de felicidad la canción de Frank Stallone (far from over), al analizar como el público recibía el espectáculo mi alma se regocijó de agradecimiento por los aplausos que surgieron, finalmente una pequeña lagrima de felicidad se abrió paso para recorrer mis mejillas.

El día de mi cumpleaños no. 18 una silueta se posó enfrente de mí, su rostro cubierto por la oscuridad de la sombra de un gran árbol, deliberadamente depositó sobre mis manos un pequeño baúl morado con unos brillos fascinantes dignos de apreciar. Era mi querida amiga Maryan. - ¡Feliz cumpleaños Imerin! - emitió con una sonrisa cautivadora. Me sentí como cuando tengo un libro nuevo en las manos y me atrevo a desnudarlo para poder oler sus maravillosas páginas.

Eché una mirada nerviosa por encima de los arbustos que se encontraban enfrente de mí y encontré a mi chico, él se hallaba de espaldas y no podía verme, una sonrisa brotó en mi interior inundándome como el sorbo de una bebida caliente en un día frío; mi amiga la cual se encontraba a mi lado sentada me susurró al oído brevemente:

- Sabes, me enteré por ahí, que tú le gustas a ese chico de segundo año -. Señalando al joven que yo miraba con cautela. - ¿Cómo se llamaba? - continúo diciendo. - Era… su nombre era… ahhh, Aluran, sí ese es su nombre -. Me lanzó una sonrisa irónica, ya que ella conocía a la perfección mis sentimientos por aquel joven, sacudió la cabeza y un destello de alegría brillo en sus ojos para luego marcharse como una efímera estrella fugaz que me transmitía un instante de felicidad. Ese había sido uno de los mejores momentos de toda mi vida, ya que a pesar de la impresión de saber que él también me notaba, me sentí inmensamente feliz.

Con frecuencia yo lo observaba a distancia, me sentía como una acosadora en una película de misterio, lo miraba y él era realmente fantástico para mi aún desde lejos, todo de él me cautivaba y especialmente el recuerdo de su aroma que hacía vibrar mis sentidos; Por otra parte mi reputación la había formado yo misma y a simple vista no era muy agradable, la mayoría de los que me conocían sabían que mi personalidad era de sádica, poco sensible y fría pero la verdad que erradicaba en mis sentimientos era distinta, yo me consideraba una chica sensible y cariñosa con emociones cálidas, el cascaron que utilizaba era sólo para protegerme de posibles estafas amorosas. Y para ser honesta él sacudía mi corazón como obligándome a suspirar cada vez que se acomodaba delicadamente sus lentes. Mi frágil vulnerabilidad se descubría ante él.

Una semana después Maryan me obligó a ir con ella para observar la práctica de los deportistas, me sentí como una pobre alma obligada a ir con poca disposición cuando lo único que quería era tomar una siesta en el salón, poco después no fue para mí ningún martirio observar a deportistas tan excelentes enfrascados en una feroz competencia de fútbol. Giré mi cabeza y percibí un gran número de chicas apiladas a mi lado para ver a los jugadores, entre ellas se encontraban las amigas de Aluran a las que reconocí de inmediato, chicas que siempre estaban platicando con él. De repente el maravilloso joven se abrió paso entre la multitud para dirigirse hacia donde yo estaba con su espectacular sonrisa paralizando mis sentidos haciéndome sentir una pequeña descarga eléctrica a lo cual agregué una extravagante gama de colores que recorrían mi cara haciéndome ver como un fuego artificial estallando, provocando que las chicas emitieran unas risitas en forma de burla, así que decidí salir de ahí antes de que todos fueran capaces de escuchar mi corazón palpitar. Controlar mis sentimientos era algo que se me estaba saliendo de las manos.

Una tarde me encontraba soñando despierta durante la clase de matemáticas, lo cual era muy habitual para mí, y Maryan me regaló un chocolate, me apresure a degustarlo con su sabor marmolado recorriendo persistentemente cada papila gustativa de mi lengua como si una fiesta se celebrara dentro de mi boca. Aunque inmediatamente recordé que por alguna desgracia del bendito destino yo era de ese único 0.0001 % de la población que reaccionan al dulce de manera que éste altera mis sentidos volviéndome una maniática. Salí disparada del salón con uno de mis ataques de excitación por la azúcar, dispuesta a asaltar a cualquiera que llevara algo dulce encima, mi amiga salió detrás de mí para poder atraparme y evitar más problemas así que gritó fuertemente: - ¡alguien atrápela por favor! –.

Como por arte de magia reaccionando al grito de mi amiga unos brazos cálidos me tomaron por la cintura y me sujetaron suavemente tratando de no hacerme daño, mi cuerpo comenzó a temblar de emoción y al mismo tiempo un desfile de colores rojo carmesí debutaron por mi rostro, menos mal que nadie lo había notado; así mismo pude sentir su tenue sonrisa, aun cuando todavía no hubiera reunido el valor para mirarlo a los ojos. Era él, quien me sujetaba contra su pecho, pude escuchar su corazón palpitar a una velocidad increíble, pero yo no podía evitar mi reacción instintiva ante él, un fuerte deseo de acercar mi rostro a su pecho y simplemente disfrutar. En silencio me soltó y sentí urgentemente la necesidad de refugiarme detrás del árbol más cercano para no hacer notar mi explosión de emociones.

Era miércoles 6 de marzo y yo me encontraba sentada en mi pupitre con la mirada fija en la ventana, a lo lejos visualicé a Aluran venir con paso lento, parecía perdido en sus propios pensamientos así que me dije a mí misma: - ¡Ya basta de ser tan tímida! - no quería arrepentirme de nada y decidí firmemente acercarme a él con la única intención de encontrar nuestras miradas. El joven se detuvo frente a mí aproximadamente a unos dos metros de distancia, lo observé especulativamente y miré como el rubor trepaba por sus mejillas, sus ojos y mis ojos se buscaron ansiosamente para poder sentir como se fusionaban armoniosamente nuestras miradas, ahora, al mirarlo a los ojos sentía como si volara cubierta de polvos mágicos de hada, la gravedad ya no me retenía al suelo, el ruido alrededor se iba apagando y solo se percibía el silbido del viento; de repente algo maravilloso surgió, recordé que era la primera vez que lo miraba a los ojos. Me transporté a lo más profundo de sus pensamientos y pude escuchar claramente lo que él pensaba en ese instante, así que preste atención y disfruté de su voz que decía:

- Ella, es ella. Su fino y lacio cabello color caramelo se balancea como jugueteando con el viento remarcando un rostro suave y delicado como una flor, su pequeña boca ligeramente rosada es genuinamente encantadora, su fascinante piel blanca matiza el color miel de sus impactantes ojos, sin embargo sus pestañas largas y onduladas son dignas de admirar. Me pregunto: ¿cómo le harán sus compañeros de clase para concentrarse? Definitivamente quiero verla sonreír. Desde el día que la vi en el escenario mi pulso se aceleró y ahora mi corazón baila un nuevo ritmo por ella, sus firmes y elegantes movimientos al bailar fluían como un colibrí ante el néctar de una flor; Pensé que jamás tendría la oportunidad de tener su atención sin que escapara repentinamente. Aparentemente parece un poco fría e insensible y hasta sádica, pero yo creo que en realidad ella es muy dulce, amable y cariñosa; se encuentra en su último año de preparatoria, es un año más grande que yo y pronto se irá, me gusta y no quiero arrepentirme de nada; ¡es mi oportunidad!, quiero por fin formalmente hablarle y aunque me suden las rodillas y los codos tengo que aminorar mi nerviosismo. Mi mente y mi corazón están llenos de ella, quiero que sepa todo acerca de mis sentimientos y estoy seguro que este no será el fin -.

Yo estaba vislumbrando lo que él tenía en sus pensamientos privados ahora parte de la nueva y maravillosa intimidad. Su mente giraba como la mía; percibí la catarata de emociones que recorrieron el rostro de él. Tomó mi mano y realizó el único acto que nadie jamás me había hecho en la vida, colocó con mucha suavidad sus tibios labios sobre el dorso de mi mano y la besó con tanta ternura que mi corazón dio un extraño vuelco dentro de mi pecho; esa pequeña, corta y tan común felicidad que se tiene con el mas diminuto detalle, él la había plasmado en mi rostro reemplazando con una sonrisa el resto de mi suspirar. Sus ojos adquirieron una expresión soñadora, su boca se curvó de modo encantador con una sonrisa cautivante. Suspiramos al mismo tiempo y de sus labios emitió una voz cálida y profunda que decía:

- ¡Hola! soy Aluran -.

Mis sentimientos estallaron en una ola llena de emoción y con el fin de un suspiro dije: - ¡Hola! Soy Imerin -.

Continuara…

viernes, 11 de agosto de 2017

El mago de la calle Bruck

El mago de la calle Bruck
Por: Nancy Barranco Pomposo
                Cuarto lugar "Cuéntanos tu cuento 2017"

Cuenta la historia que hace ya 300 años existió un hombre cuyo nombre fue Tomas, mejor conocido como “El mago de la calle Bruck”.

     Aquel mago juraba ser el único que a través de los sueños podía conocer el mundo de verdad, y conocer la realidad que había en todos los objetos. Él tan solo vivía en un pueblo llamado Ribabandopia con menos de 50 habitantes, cuya única profesión era ser leñadores, se llevaba un ritmo de vida tan acelerado que todo aquello que representara diversión era tan solo algo aburrido, lo único que diferenciaba al pueblo del resto, era que solo podían ver a blanco y negro, ¡NADA! ¡NINGÚN OBJETO! Poseía color, ni siquiera el cielo, ni el color de las manzanas, es más, el amanecer dejaba de ser algo tan hermoso como los demás lo conocía.

     La historia comienza cuando Tomas era apenas un niño, posiblemente 6 o 5 años, a él le gustaba acompañar a su padre leñador a los bosques en busca de los arboles más grandes y fuertes para cortar y leñar.

     - Padre ¿Disfrutas de matar a tantos árboles?- Dijo Tomas.
     - ¡VAYA! Tú sí que eres raro. Dijo su padre con tono burlón.

     A Tomas no le gustaba ver tantos arboles caer, sin embargo le daba curiosidad conocer las hojas que se encontraban en la copa de los árboles y solo por eso siempre muy alegre seguía a todas partes a su padre. Tomas realizó una colección de hojas de árboles en un álbum que con mucho celo resguardaba ¡HABÍA DE TODO! Hojas de árbol palo blanco, guayacán, algarrobo y todos aquellos árboles que significaran un conocimiento para Tomas, solo existía un problema… Que él no se sentía satisfecho con eso, necesitaba más conocimiento sobre ellos por ejemplo que colores eran los que tenían las hojas. Ese día Tomas decidió adentrarse más al bosque para indagar que había más en el oscuro bosque.

     Tomas comenzó a caminar sin rumbo fijo, mientras su padre distraído cortaba más árboles, camino y camino… hasta que la noche cayó sobre él y lo único que podía alcanzar a ver a lo lejos era una casa, parecía deshabitada.

     - Uf, creo que me he perdido, no había venido hacia este lado del bosque- Dijo con tono muy preocupado.

     Cansado de caminar, decidió acercarse a la casa y toco una vez, y lo único que escuchaba era un murmullo, toco dos veces y la risa se hacía más fuerte, toco tres veces y una voz con tono fuerte contesto:

     -¿Quién pretende molestarme en mi casa?- Dijo aquella voz
     -Am, parece que me he perdido ¿podría darme asilo? -Contesto Tomas
     -Has descubierto la fórmula para agradar a los de mi clase, eso de ser insistente tocando tres veces, no lo hubiera hecho cualquiera.

     Tomas muy preocupado, intento calmarse para no salir corriendo. ¡ADELANTE! Se escuchó un grito tan estruendoso, que bien podría haber sido producto de un hombre de 3 metros, y de repente… la puerta se abrió de par en par, lo sorprendente es que nadie estaba ahí para abrirla. Desde lejos la casa solo parecía una pequeña choza, pero al adentrarse en ella parecía tener cien pisos ¿Cómo era esto posible? Fue lo único que pudo pensar Tomas, mientras ponía apenas un pie dentro de la casa.

     -Parecías alguien valiente – Se escuchó desde un piso arriba.

Tomas se armó de valor y decidió seguir subiendo cada piso de ese castillo o choza, a medida que se iba acercando hasta el último piso podía ver a lo lejos un magnifico resplandor que lo impulso a seguir subiendo, pero ese mismo resplandor le impedía ver más cada vez menos, hasta que… BAAMM! Sintió como ese mismo rayo de luz lo golpeaba, dejándolo totalmente inconsciente.

     -¡Hijo! ¿Tomas? Es muy tarde, levántate – Le dijo su padre.

     Parecía que Tomas no había abandonado en ningún momento su casa, ni mucho menos su cuarto y obviamente todo había sido un sueño. Desconcertado se levantó de su cama, se dirigió a la ventana y se asomó, descubriendo algo realmente sorprendente, pudo ver un ligero color azul sobre el cielo, claro que él no sabía cómo llamarle a aquel espectáculo. Bajo las escaleras con gran rapidez gritando

     -¡MADRE, PADRE MIREN LO QUE HAY TRAS LA VENTANA!

     Sus padres no sabían lo que le sucedía y simplemente creyeron que era fiebre.

     -Hijo necesitas visitar al médico pronto – Le dijeron

Tomas no sabía lo que pasaba, ¿Qué era aquello que estaba frente a sus ojos? ¿Cómo llamar aquello que veía?

     Tomas salió disparado corriendo en el pueblo gritando.

     -¡MIREN! ¡AHÍ! ESO ES ALGO TAN EXTRAÑO ¿QUIÉN MAS LO VE COMO YO?- Dijo tan exaltado que la gente no podía hacer otra cosa más que verlo como un loco.

     Su padre corriendo tras él, solo pudo ocultarlo bajo su abrigo y correr rápidamente de regreso a casa.

     -¿Qué es lo que te pasa Tomas? ¿Acaso crees que ves cosas? ¡TE DESCONOZCO!

     La gente del pueblo tan molesta por lo que había sucedido decidieron llamar loco a Tomas, otros más incluso se atrevieron a llamarlo brujo, pero el nombramiento más acertado fue que era un mago, pues el modo tan desesperado de llamar al cielo ¿Azul? Eso solo podía ser obra de un mago, de los enviados del más allá.

     Decidieron acabar con él, creando una revuelta en todo el pueblo, lanzas, fuego y armas era lo que la gente llevaba para acabar con el malvado Tomas que empezaba a conocer como era en realidad el mundo.

     El padre de Tomas al enterarse salió disparado hacia la puerta para evitar que llegaran a su hijo.

   -¡TOMAS! ¡HUYE, VE AL PUEBLO MAS CERCANO, ESCÓNDETE EN UN BOSQUE PERO VETE! – Grito su padre tan desesperado que Tomas no supo que hacer más que tomar aquel álbum de hojas que coleccionaba y huir rápidamente de ahí.

     Tan rápido corrió que llego a lo más hondo y oscuro del bosque, comenzó a dar pisadas cada vez más inquietas e indecisas, hasta llegar a un anuncio que apenas era visibles en el cual la única leyenda era… “Bienvenido a la calle Bruck donde brujos, duendes, ogros o cualquier fenómeno de la índole, no será recibido a menos de que vea el color azul del cielo”.

     Tomas se sintió identificado y de inmediato corrió siguiendo las flechas que habían los troncos de los árboles, hasta llegar a una choza, una choza que juraba haber visto antes, indeciso se acercó a la puerta, abrió la cerradura y se asomó; que sorpresa se llevó en el momento en que vio más de cien pisos tal cual en sus sueño solo que en este momento no sabía si estaba despierto y dormido, hasta que una voz le dijo.

     -No eras tan cobarde, aunque ahora te ves más decidido que la ocasión anterior.- Una voz casi tan palpitante como las campanas chinas.

     En el momento que Tomas comenzó a subir las escaleras lo único que podía ver eran escalones, siempre unos más delante de otros, el momento que no sintió un escalón más simplemente siguió adelante, lo increíble era que en esa punta de la gran pequeña choza, había una casa más en la que un anuncio detuvo por un momento la vida de Tomas.

     “DE AHORA EN ADELANTE ESTA SERÁ TU CASA, VIVIRÁS AQUÍ, COMERÁS AQUÍ, Y SOBRE TODO INVESTIGARÁS AQUÍ”

     Tomas no sabía que pensar al respecto y simplemente se sentó en una silla de paja que había a su lado, encontrando un sobre con una carta dentro, diciendo lo siguiente:

     Querido Tomas, hemos descubierto que solo existe alguien como tú en el mundo, conoces el color azul, conoces las hojas de los árboles, y sabemos que puedes saber más, quédate aquí investiga sal al mundo y comparte tu conocimiento.

     Tan desesperado Tomas, simplemente se quedó dormido dejando a su paso 80 años, despertando en el mismo lugar, pero la diferencia es que ahora tenía 80 años más.
Al abrir sus ojos nuevamente comenzó a ver todo de otro color, sillas cafés, mesas negras, un cielo azul profundo, ropas de color rojo; Tomas no sabía que pasaba corrió hasta un espejo, se miró y no supo que pensar, simplemente repitió la historia, salió corriendo hasta llegar a las calles del pueblo gritando.

-¡Miren todos, mi ropa es roja, el cielo es azul! ¡Esa planta es verde, estoy seguro que es verde!

     La gente asombrada, recordaba el momento que un niño igual a él había dicho tantas locuras, así que solo lo tomaron como rehén del pueblo llevándolo a una choza en la calle Bruck, la misma de donde él había salido, el trataba de salvarse gritando que no era un loco, que solo estaba diciendo la verdad; pues después de su sueño tan profundo había adquirido todo ese conocimiento.

     La gente del pueblo no lo tomo en cuenta y aun así lo único que pudieron hacer fue encerrarlo.

   Tomas después de mucho tiempo dentro de la choza lo único que pudo escribir fue un libro de biología, que sería quemado el día de su muerte pero no sin antes escribir otra carta que decía…

     “He conocido los colores de la verdad, el siguiente que trate de conocerla no lo encierren, déjenlo libre, déjenlo conocer el azul del cielo y además déjenlo escuchar la voz”

     Nadie comprendió el mensaje, y el pueblo siguió viviendo en la oscuridad por el resto de los años, la voz desapareció, la choza fue quemada y la calle Bruck nunca más fue visitada.

viernes, 4 de agosto de 2017

La flor del silencio

La flor del silencio 
Por: Crisandra Ávila de los Ríos
Quinto lugar "Cuéntanos tu cuento 2017"

Me di cuenta en cuanto lo vi sentado en una esquina, sucio de pies a cabeza y con el cabello tan encrespado como siempre; era él, el chico con el que intercambiaba pensamientos en nuestros primeros años de instituto. No podría olvidar aquellos profundos mares que desembocaban justo debajo de su frente; sin embargo, algo había cambiado: parecía que sus pupilas hubiesen crecido como si estuviera todo el tiempo en la oscuridad. No me atreví a llamarlo, sentí que, aunque mencionara su nombre, mis palabras no llegarían a él; no obstante, aun si nuestros ojos no se encontraban, lo entendía, ya no pertenecía aquí. El muchacho dulce, pero taciturno y de otro mundo, había regresado a su hogar.

     No solía ser una persona cerrada de mente, pero mi primera impresión de él no fue como la de cualquier otro. Él no hablaba con nadie, casi aparentaba que desconocía el lenguaje en todas sus formas, aunque no puedo negar que su mera existencia podía comunicarlo todo. Desconozco las razones que me llevaron a esa conclusión y por muchos años más, incluso si nuestro poco contacto había desaparecido, no dudé en ningún instante que el cruce de nuestros caminos tenía un significado que me arriesgaría a considerar trascendental.
Una parte de mí no lograba comprender qué hacía él en ese lugar. La soledad en compañía era parte de su vida diaria, mas el encierro solo representaría el suplicio para un alma condenada. Es así que me acerqué a uno de los encargados para solicitar informes sobre dicho paciente. Realizar mis prácticas en aquel hospital psiquiátrico, así como contar con una relación de amistad, no menor a cinco años, con un hombre que trabajaba ahí, me permitió acceder a su expediente en el cual se encontraba un cuaderno de notas que, según mi compañero, el mismo propietario había solicitado con la intensidad de un arrebato que se le fuera confiscado, puesto que, con cada palabra que escribía, la desesperación y la poca elocuencia que le quedaba se iba desmoronando como pedazos de cielo que caen sobre el fango.

     Sé que no debí hacerlo, pero no pude evitar el llamado de aquellas letras que me forzaban a hacerme de este y llevarlo a mi casa. No había solución, la incertidumbre y el desasosiego me movieron y es así que, con la intención de que las confesiones escritas en el papel no fueran borradas por tanta luz después de haber permanecido en la íntima oscuridad, me senté debajo de una lámpara que poco iluminaba para empezar a leer.

***

El tiempo aquí no transcurre igual, es más, desde que he perdido la única libertad que me quedaba, no existe ni hoy ni mañana, sólo quedan vestigios de lo que alguna vez existió en la tempestad del exterior; es por ello que he dejado de soñar. Ahora me parece que en mi vida solamente he visto el color blanco, medio pálido, medio carcomido por la humedad que abraza la habitación.

     Mi ingreso a esta unidad no había sido planeado, pues, casi sin querer, me di cuenta mientras de mis manos brotaba la sangre. ¿Por qué ya no puedo ver más a la mujer que me dio la vida?; extraño a mi madre. Es debido a ella que ya no puedo dormir, cada vez que cierro los ojos me aterra su imagen. Quizá lo desfigurado de su rostro no es lo que más impacta, sino sus labios y aquella rendija que no pronunciaba más que palabras dulces y; sin embargo, no volvería a sonreír.
Me he quedado solo nuevamente, en este agujero putrefacto al que siempre he pertenecido, como a la nada. Los insectos se han vuelto mi única compañía verdadera. No entiendo por qué los otros no ponen atención a mis palabras, no entiendo por qué no se dan cuenta de que hay arañas bajo la cama. Sus finas y delgadas extremidades acarician las mejillas en las que en alguna ocasión las lágrimas rodaban. Es el consuelo que me dan.

     Estoy cansado de la suciedad, aquella inmundicia que me aplasta con sus graves quejidos y me ahoga hasta perder el aliento. Sus trinos y exasperados berreos me hacen terminar en el piso. Aquellas aves que en algún momento consideré la creación más bella de esta tierra, ahora me resultan inaguantables. Sus afilados picos no pueden más que representar un tormento insoportable, puesto que picotean, resquebrajan y se comen la carne de mis sesos. En alguna ocasión creí que me arrancarían los ojos; no obstante, aunque estos permanezcan dentro de sus órbitas, mi vista fue nublada, pues sus alas rozaron mis córneas que ya no pueden distinguir entre una mano u otra. Ojalá aquel pajarillo, que con tanto fervor se esmera en arrancarme el corazón, lo hiciese. Nada lo ata a este cuerpo, ni siquiera su casi eterno bombear.

     He tomado una determinación y no sé si fue por las estrellas que dieron su último aliento. Cuando se hizo claro para mí, ellas me miraban, acusaban mi presencia dentro de una celda, se burlaban de mi vulnerabilidad, pero sobre todo de mi ignorancia. Ya no puedo pertenecer a la humanidad que me ha acogido desde que nací. Necesito abandonarme al sueño negado, sólo ahí puedo encontrar la felicidad que en algún momento embargué en este pozo llamado alma. Quizá se la llevo la mariposa o el hombre que creyó que era una, pero es mi deber recuperarla a toda costa.

     Quiero ser una flor y bailar en el jardín.

***

     Sus trazos se volvían a cada paso más indescifrables; sin embargo, no pude evitar llorar. Traté de controlarme, pero se había desatado un huracán en mi interior. Los gritos suplicaban escapar por mi boca, mas sólo lograban encajar sus garras en mi garganta intentando salir a la superficie. No pudieron hacerlo a pesar de todo. Nunca creí que el silencio de mi llanto me provocaría tanto terror como esa noche. Poco a poco mis lágrimas se volvieron aire y en mi lengua se extendía un sabor a metal. La cabeza comenzó a dolerme como si unos anchos y extensos brazos la presionaran, intentando sacar de ella lo que había entrado por mis ojos. “No puedo dejarlo sólo”, pensé. Tenía que verlo en ese momento porque, de no ser así, ya no podría hacerlo jamás. Una ansiedad inescrutable se apoderó de mí, gobernando cada espacio que tocaba y, entre temblores y ganas de vomitar, salí huyendo.

     Envuelta por la melodía desgarradora de los grillos y el roce de la ventisca irrefrenable, corrí; corrí con los pies descalzos, a pesar de que el asfalto laceraba a cada paso mi piel. La luna amenazaba con devorarme, estaba segura del ello, puesto que me acercaba más y más a ella, pero no me importó, ni siquiera cuando sus cráteres despedían un destello cegador. Sin vista y con el cuerpo caliente por la excitación, me movía por un impulso que desconocía, sentía un imán atrayente que por momentos me levantaba del suelo y me hacía levitar, a cada segundo con mayor velocidad. Sin embargo, en un instante todo se disipó. La misma fuerza que me cautivaba, ahora me lanzaba hacia el lado opuesto. En un principio no supe discernir si era un intento desesperado de detener mis infructuosos esfuerzos o salvarme la vida, pero no basto mucho para que me diera cuenta de que era lo primero.

    Recostada en el pavimento, una a una las estrellas se fueron apagando. ¿Acaso me había convertido en su madre o había sido yo quien la matara? Ahora era de mis manos donde salía a borbotones la sangre contenida, fundiéndose con la nada. Alguien me llamaba; intenté ubicar de dónde provenía aquella voz, mas sólo pude encontrarme con una pequeña flor que habría sus pétalos saludando al firmamento; estaba amaneciendo. No hizo falta que la mirara por mucho tiempo, lo entendí en cuanto la vi. Era demasiado tarde, no sólo para él, sino también para mí.