23 AÑOS DE "EXCELENCIA ACADÉMICA"

23 AÑOS DE "EXCELENCIA ACADÉMICA"
Con un firme modelo educativo constructivista-humanista, el Instituto Universitario Carl Rogers, IUCR, nace en el año de 1994, bajo el nombre de “Centro Universitario de Puebla”, Actualmente "INSTITUTO UNIVERSITARIO CARL ROGERS" con el objetivo de difundir los conocimientos y vivencias de la psicología, psicopedagogia y psicoterapia humanista, creando a su vez programas, proyectos de crecimiento y desarrollo del potencial humano. LÍDER NACIONAL EN PSICOLOGÍA, PSICOPEDAGOGÍA, COMPORTAMIENTO Y DESARROLLO HUMANO EN LAS ORGANIZACIONES quieres saber más... visita nuestro web site www.unicarlrogers.com.mx

lunes, 30 de enero de 2017

Como influyen las caricaturas en los infantes

Báez Salazar Diana  Patricia
Instituto Universitario Carl Rogers
Licenciatura en Psicología


  Sí, he aquí lo que mis sentidos aprendieron solos
Las cosas no tienen significado; tienen existencia
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas
 Fernando Pessoa


Actualmente existen muchos investigadores que estudian el tema de la influencia de la televisión en los niños, debido a la gran importancia que este tema tiene en su desarrollo. Por ejemplo, Mares (1996) y Aran (2003) refieren que en las últimas décadas, la sensibilidad social frente a la violencia en los medios de comunicación, en especial la televisión, ha aumentado significativamente. Diferentes investigadores han demostrado que las imágenes emitidas por estos medios ejercen una influencia importante sobre la conducta del individuo especialmente si es infante.
Es evidente que la Televisión es una fuente efectiva para la creación y formación de actitudes en los niños, ya que desde temprana edad son sometidos a su influencia sin poseer otro tipo de información:
Según la teoría de socialización comunitaria de Erickson (1956), es entre los 2 y 6 años cuando se perfilan los sentimientos preferenciales hacia la madre, padre, familiares y otras personas significativas. A través de este proceso el niño adquiere habilidades y formas de comportarse en la sociedad. Es a partir de los 4 a 5 años de edad, que se establecen los hábitos permanentes y las características emocionales, jugando un papel decisivo la imitación y la identificación. Con esto, se refiere a pautas de conducta y actitudes de las personas que los rodean, esto llega a ocurrir incluso de manera inconsciente.



Los niños recurren a la televisión para satisfacer sus necesidades de distracción, reducir las tensiones y como medio para obtener información. Además de las motivaciones personales, se podría agregar un factor situacional externo al niño; ve la televisión porque se la impone el medio, no le queda otro remedio. Es ofrecida en el ambiente del hogar y se le refuerza la conducta de contemplación por los padres. En muchos casos es la única compañía del niño y a veces se convierte en una especie de niñera.
Otros puntos a tratar son: ¿cuánto tiempo pasan los niños viendo   la televisión? Y, otro ¿cuánto tiempo pasan los niños con sus padres?, son muy buenas preguntas para ver cuánto influye la televisión y que clase de programas son los que los padres dejan ver a sus hijos, o tal vez comparten esos momentos.

        

lunes, 23 de enero de 2017

DESNUDANDO A EVA: LA VIOLENCIA FEMENINA

DESNUDANDO A EVA: LA VIOLENCIA FEMENINA


UNDRESSING EVE: FEMALE VIOLENCE

Dr. Héctor Cerezo Huerta   hectorcerezo@hotmail.com
Universidad Nacional Autónoma de México UNAM. Ciudad de México. Instituto Universitario “Carl Rogers”, Puebla, México. 
Citation: Cerezo, H. (2016). «Desnudando a Eva: La violencia femenina». Revista Científica Arbitrada de la Fundación MenteClara, 1(3), 50-68. https://datahub.io/dataset/2016-1-3-e19
Copyright: © 2016 RCAFMC. Este artículo de acceso abierto es distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-Non Commercial (by-cn) Spain 3.0.  Recibido: 4/11/2016. Aceptado: 8/11/2016 Publicación online: 20/12/2016

Resumen

El presente texto desarrolla un análisis reflexivo sobre la violencia intencional ejercida por mujeres en sus relaciones de pareja; un fenómeno social considerado aislado, carente de datos epidemiológicos consistentes y hasta cierto punto “políticamente incorrecto” e indigno de atención clínica por el matiz “reactivo o defensivo” por el cual tienden a enmarcarse las agresiones femeninas. Sin embargo, la violencia conyugal se construye entre dos y, desde una visión sistémica en esa interacción, la mujer también tiene una participación activa al recurrir a conductas verbales durante los episodios violentos, mismas que fungen como conductas detonantes y retroalimentadoras de la agresión física, por la que optan los varones. Así también, las mujeres son proclives a la utilización de estrategias violentas diferentes a las ejercidas por el hombre y éstas se caracterizan por el uso de agresiones psicológicas, comunicativas, alienación de los hijos hacia el padre de familia, chantaje emocional y manipulación de la vida sexual. 

Abstract

The present text develops a reflective analysis about the intentional violence carried out by women in their relationships; a social phenomenon considered isolated, lacking consistent epidemiological data and until a certain point “politically incorrect” and worthless of clinical attention by the nuance “reactive or defensive” whereby tend to be framed female aggression. However, marital violence is built between two and from a systemic vision in this interaction; women also have an active participation by resorting verbal behaviors during violent episodes, same that act as detonating behavior and feedback from the physical aggression, by which choose men. Also, women are prone to the use of different violent strategies as exercised by man and they are characterized by the use of psychological aggression, communicative, aligning of children to the parent, emotional blackmail and manipulation of sex life.

Palabras Claves/ Keywords: Violencia, mujeres agresoras, perfil psicológico, perspectiva de género, violence, female aggressors, psychological profile, gender perspective. 

Me decía: “¡Mírame a los pinches ojos pendejo! No sirves ni´pa la cama”. Aseguraba que vivía con otra persona, insultaba a mi familia, no podía salir ni a viajes de trabajo si ella no estaba de acuerdo. Puso en mi contra hasta a mi propia hija de 5 años diciéndole que era secuestrador y que las abandonaría para irme con otra mujer. Ella podía gastar dinero sin pretexto alguno y yo tenía que darle mi salario completo para que ella administrara cualquier gasto. Revisaba cada día mi correo, mi celular. Una vez, en una discusión, rompió todos mis documentos personales; hasta mi título y cédula profesional y quemó toda mi ropa […] Yo supe ese día que si la golpeaba; perdía, me iba a la cárcel y además no pude hacerlo, me paralicé. Fui hospitalizado al sufrir varias fracturas aquel día que me empujó por la espalda al ir bajando las escaleras cuando finalmente decidí salirme de la casa”.
Transcripción del testimonio de “G”/Expaciente/Ciudad Juárez, Chihuahua. México.


Introducción


La mujer que ejerce violencia en el vínculo de pareja representa un tópico muy poco atendido por la Psicología y por ello, persiste un enorme desconocimiento teórico-metodológico y un sesgo en los tratamientos e intervenciones clínicas y educativas hacia hombres agredidos por parte de los profesionales de la salud mental, sean estos; Psicólogos, Psiquiatras, Terapeutas, Psicopedagogos o Trabajadores sociales. 
Es indudable que, las mujeres violentas constituyen una minoría epidemiológica. No obstante, en la última década se ha presentado un incremento significativo en las detenciones, condenas y encarcelamientos de mujeres con patrones agresores, delincuenciales y violentos. 
Así, por ejemplo, una investigación realizada en España por Loinaz (2016) sobre el tratamiento de mujeres delincuentes y violentas reportó que a nivel internacional, un 25% de la población delincuencial recluida en las cárceles es femenina, limitándose al 10% para los delitos violentos y al 5% para los sexuales (Cortoni, Hanson y Coache, 2010). 
Un ejemplo paradigmático fue el incremento percibido en EE.UU, donde se aumentó de un 10% de detenciones femeninas en 1965 a un 15.8% en 1980 y a casi un 25% en 2008 (Van Wormer, 2010). En adolescentes, además, se observó un incremento gradual de la implicación de las mujeres en delitos cada vez más violentos (ChesneyLind y Shelden, 2014). 
En el contexto mexicano, se asume popularmente que una mujer que ejerce violencia lo hace como una reacción defensiva o reactiva. Igualmente, el estereotipo dicotómico: hombre-victimario y mujer–víctima es un axioma aceptado. 
Por su parte, un hombre agredido difícilmente busca apoyo emocional en virtud de las concepciones tradicionales de “ser hombre” y masculinidad, las cuales presentan profundos problemas psicológicos y socioculturales. 
Así pues, la expresión emocional, el amor, los vínculos de pareja, la comunicación entre hombres y la experiencia paterna son algunos de los fenómenos que nos tienen “atrapados y confundidos” entre los propios hombres (Kimmel, 1992) y pese que, recientemente se han propuesto hipótesis neurobiológicas que explican las diferencias cerebrales dependientes del sexo y el género (Backer et al, 2008 y Cahill, 2009) no resuelven el problema de la comprensión fenomenológica de la masculinidad y tampoco profundizan en el papel de la crianza familiar, la construcción sociocultural del género, la importancia de nuestras experiencias de aprendizaje temprano y las herramientas emocionales que los hombres desarrollamos. Todas estas variables, no solo complementan la noción de “ser hombre” y masculinidad; sino que son parte integral del proceso.
En opinión de Bonino (2000), la subjetividad masculina rígida y tradicional de autosuficiencia, dominio y control, se construye a través de cuatro pilares; 1) la masculinidad se define por el alejamiento con lo femenino; es decir: “No somos mujeres”, 2) la masculinidad se valora por la identificación con el padre o figura de poder y así el discurso infantil proclama: “Mi papá lo puede todo, yo quiero ser como él”, 3) la masculinidad se construye sobre la base de la violencia como modo legítimo de relacionarse y por ello: “Los hombres somos duros y arriesgados” y, finalmente 4) la masculinidad se genera en la lucha y rivalidad contra el padre o autoridad, y entonces gritamos al mundo: “Debo superar a todos, yo soy mejor”
Cada pilar da lugar a conflictos diferentes a nivel social y aumentan la disonancia cognitiva cuando un hombre es agredido por una mujer. Así, atendiendo al orden anterior se generan hombres homofóbicos, hombres orientados exclusivamente hacia el poder, el logro y el estatus, hombres esencialmente violentos y hombres fríos, que no lloran y nada parece conmoverlos. 
Por otro lado, la capacidad de expresión emocional y de empatía en los hombres es limitada ya que consistentemente ha sido reprimida mediante mandatos socioculturales que distorsionan nuestra masculinidad y paradójicamente orientan a los hombres sobre cómo resolver los asuntos de la vida cotidiana, tales como: “Los hombres no lloran...Los hombres deben ser dominantes y ser la cabeza de una familia...Los hombres son valientes…Los hombres no hablan de sus problemas…Los hombres compiten, ellas eligen….Los hombres siempre deben estar preparados sexualmente; Siempre erectos…Los hombres no piden ayuda…Los hombres son independientes…Los hombres no se dejan vencer por el dolor…Los hombres no muestran excesivo afecto hacia otros hombres”
Al respecto, Molina y Oliva (2011) explican que somos más hombres mientras más características del ideal masculino hegemónico incorporemos a nuestra identidad de género, aunque esto reprima una amplia gama de necesidades, sentimientos y formas de expresión eminentemente humanas. 
Valga señalar algunos ejemplos. Los hombres mueren en promedio, siete años antes que las mujeres. Los niños varones por otra parte, también sufren accidentes con mayor frecuencia que las niñas. En cuanto al suicidio, los hombres logran concretarlo en una proporción tres veces superior a la de las mujeres que lo intentan e incluso cuando se instala ideación suicida, se disponen a morir "como un hombre" utilizando para ello, la autodestrucción por los métodos más letales. 
En este sentido, cualquier tipo de violencia ejercida por hombres o mujeres envía como mensaje implícito que las víctimas no tienen derecho a sentir, ni a tener opiniones, decisiones válidas y que, la expresión de distintos tipos de violencia funcionan como mecanismos psicológicos para mantener el comportamiento de la víctima dentro de parámetros de supuesta “conveniencia y orden”, por ello el espectro violento previo entre estas parejas es tan amplio y a veces invisible; abusos verbales, psicológicos, sexuales, económicos, patrimoniales y físicos. La violencia femenina, también anula al hombre como ser sensible y capaz de funcionar en una amplísima escala emocional y en las más extraordinarias dimensiones relacionales. 



Un escenario: De varón domado a hombre golpeado


Ciudad Juárez, Chihuahua, México, constituye aún, uno de los puntos de quiebre de la descomposición social y violencia de género en México desde hace dos décadas. Durante varios años en este escenario etnográfico, fui testigo de feminicidios deleznables y estadísticas lapidarias; cada 7.42 días desaparecía una mujer, cada 12.8 días otra era asesinada y cada 40.34 días una más era violada, torturada y brutalmente exterminada. Una buena parte de mi amplia estancia profesional en la frontera norte mexicana, transcurrió como Consultor educativo y Psicoterapeuta de parejas violentas en Casa Amiga, Centro de Crisis (Hoy, Casa Amiga “Esther Chávez Cano” http://www.casaamiga.org.mx/) y precisamente Esther -incansable feminista- fue la primera en denunciar valerosamente los asesinatos seriales y afirmaba además contundente en nuestras acaloradas tertulias que: “la causa de las mujeres, debía ser también la causa de los hombres”.  
Al proporcionar miles de horas de capacitación a equipos de atención a crisis y de psicoterapia individual y de pareja a mujeres y hombres que asumían a la violencia como patrón conductual en sus relaciones amorosas, comprendí una serie de premisas que impedían tanto a víctimas como a victimarios modificar sus vidas y, que a los profesionales de la salud mental también les complicaba proporcionar servicios de prevención, intervención y extensión desde una perspectiva de equidad de género, a saber:
a) La victimización femenina ha sido el principal objetivo de los estudios psicológicos y por ende, el eje rector para el diseño de políticas públicas de prevención, atención y erradicación de la violencia.
b) El enfoque dominante para la comprensión y tratamiento de la violencia continua siendo el modelo sociológico, el cual asume a la violencia como un fenómeno unidireccional -no recíproco- y en el que se recupera información de la dinámica de la violencia solo de un integrante de la díada. 
c) El estereotipo dicotómico: “las mujeres son víctimas de violencia; los hombres son victimarios” se ha arraigado profundamente en la cultura mexicana y debido a ello, innumerables colegas del área de la salud mental, consideran una irreverencia clínica proponer los papeles de agresor y víctima como intercambiables. De hecho, en varios Centros de Atención a la Violencia no les interesa en absoluto atender hombres agresores ni agredidos. 
d) Los mecanismos de minimización y/o justificación de ciertas conductas violentas tanto de hombres y mujeres no contribuye a resolver el problema de la comprensión fenomenológica de los géneros y tampoco nos permite profundizar en el papel del aprendizaje, los estilos de crianza, la influencia familiar y las subjetividades femeninas y masculinas. De este modo, se cree ingenuamente que la agresión psicológica no es tan grave como la agresión física.
e) La creencia común entre terapeutas, feministas y activistas sin experiencia clínica suficiente que asume tajante, que la psicoterapia con los hombres que ejercen violencia es absolutamente inútil y que, por lo tanto, la prevención debe ser dirigida exclusivamente hacia el empoderamiento y protección de las mujeres; aumentando con ello, la distancia entre géneros.
f)   El personal de salud que atiende casos de violencia, presentan su propia situación particular, caracterizada fundamentalmente por la presencia de un síndrome de estrés crónico derivado por la sobrecarga laboral no correspondiente con el ingreso económico. A pesar de atender pacientes complicados, algunos profesionales de la salud mental no cuentan con un entrenamiento especializado, ni con un equipo de coterapeutas que proporcione contención emocional para evitar posiciones clínicas polarizadas mediante la presencia del fenómeno denominado: "Triángulo rescatador-víctima-persecutor" (Cerezo, 2005). El perfil desgastante de estos organismos sanitarios también ha sido previamente estudiado por Marín (2004), quien ha corroborado algunas de estas precisiones.
Lamentablemente, los aspectos descritos prevalecen e impiden clarificar que la violencia implica todo acto, omisión, actitud o expresión que genere, o tenga el potencial de generar daño emocional, físico o sexual a la pareja afectiva (Castro y Casique, En Rojas Solís, 2013). 
De este modo, no fue sino hasta atender y escuchar a profundidad a cientos de hombres que ejercían violencia hacia sus parejas y a otros tantos que habían sido agredidos, cuando facilitando aquellos grupos terapéuticos, descubrieron que como hombres habían sido lo que les habían dicho que fueran y que la masculinidad y la feminidad per se no existían, sino que más bien se trataba de invenciones de carácter fenomenológico y sociocultural. 
Cuando estos hombres empezaron a cuestionar los estereotipos de masculinidad opresivos e impuestos; “ser hombre” se convirtió en un ejercicio de escucha y empatía entre los propios hombres y los motivó a diseñar formas sanas, responsables y productivas para interaccionar junto a las mujeres y en develar la armadura psíquica de aquella masculinidad que los obligaba a mantener distancia emocional de otros hombres. 
Estos mismos hombres discutieron prolíficamente sobre cómo los percibían las mujeres; egocéntricos, obsesionados por el poder, coercitivos, despiadados y sin inhibiciones en lo que se refiere a la satisfacción de sus instintos sexuales y se conmocionaron al debatir los atrevidos planteamientos de la obra de Esther Vilar (1973): “El varón domado” y se conmocionaron al darse cuenta que tuvo que ser una mujer quién levantó su voz y clarificó la opresión y complejidad de su masculinidad, y esto como decían los participantes de mis talleres: “No porque los hombres no tuviéramos –huevos- (valentía) para defendernos a nosotros mismos, sino porque no habíamos hablado jamás, ni nos habíamos escuchado entre nosotros”.
Otros hombres lograban reflexiones profundas y dolorosas que se expresaban en voz alta en Psicoterapia bajo frases como: “Creo que mi mujer ha hecho un buen marketing de los sentimientos. Ella se ha creído que es la única que los tiene, pero yo como hombre no sólo siento, me comprometo […] A mí me duelen sus humillaciones, sus abandonos, las palabras que me destruyen y la forma en cómo volvió rehenes a nuestros hijos en contra mía […] Me convertí en un visitador, en la pensión mensual para mis niños, no soy un padre y creo que nunca fui un esposo”. 
De todos los planteamientos voraces que Esther Vilar planteó en aquella primera versión de su revelador libro: “El varón domado” (1973) y que pueden resultar aún vigentes en términos de la violencia femenina, se aprecian los siguientes:
    La vida sexual en la pareja puede terminar por convertirse en un perverso mecanismo de transacción y compensación. 
    La utilización y manipulación emocional de los hijos como rehenes contra el padre de familia es un acto profundamente irresponsable por parte de la mujer. 
    Cuando Vilar afirmaba que: “la sociedad excluye y desprecia al varón que no se ata, que no engendra niños, que vive unas veces aquí y otras allí” (1973, p. 23) lo comparaba con la ironía de Sísifo, pero también confirmaba que si bien el contexto sociocultural de corte patriarcal privilegia a los hombres como colectivo, también ha originado severas consecuencias emocionales. Como afirma Lozoya (1999): “Los privilegios cuestan caros y en el campo de los sentimientos, todo lo que ganamos en poder lo pagamos en represión emocional”, quién además metafóricamente compara a los hombres con caballeros dentro de una armadura oxidada y con Pinocho, aquel muñeco de madera luchando por humanizarse.

Perfil psicológico de la mujer violenta


El psiquiatra Ernesto Lammoglia (2005) explica que así como un misógino se engancha con una mujer dependiente, muchos hombres son víctimas de mujeres frías y crueles que minimizan su conducta violenta: “no es para tanto” y que asumen una ceguera selectiva al sobrevalorar su dimensión luminosa y negar sus partes oscuras como personas. 
Adicionalmente, sucede un fenómeno similar al ciclo de la violencia de pareja planteado por Walker (2012). No importa lo que el hombre diga o haga en la relación, siempre estará mal dicho o hecho. Este juego perverso distorsiona la percepción amorosa, perpetúa el bucle violento y contribuye al mantenimiento del silencio de hombres que difícilmente denunciarán el maltrato y tampoco se acercarán a psicoterapia a pesar de haber sido agredidos.
En opinión de Cano Gil (2015) un psicoterapeuta español, la mujer violenta, culpa de forma exclusiva, continua y desproporcionada a sus parejas masculinas de los problemas inherentes a la convivencia, no asume responsabilidad alguna de sus agresiones, coerción y dominio aspecto similar en el hombre- y se asumen paradójicamente como víctimas defensivas. 
A nivel cognitivo, se aprecian fallas en el juicio de realidad, lo cual les impide la autocrítica, la resonancia afectiva y menos aún, la demanda de psicoterapia. Su marcada desvinculación afectiva de sus parejas masculinas, incita una macabra danza de divorcio o separación que difícilmente se consuma y en caso de lograrse se caracteriza por una tensión desgastante. 
Si la convivencia con un hombre “imbécil” resulta tan intolerable ¿por qué no buscan a alguien “mejor”? Este aspecto contradictorio, devela cierta intención de maltrato y proyecta quizás personalidades límites, narcisistas, pasivo-agresivas y con déficits emocionales arrastrados desde la infancia que se manifiestan agudamente en los episodios violentos mediante conductas regresivas, impulsivas y desafiantes. 
La dinámica de hombres víctimas y mujeres agresoras ha sido estudiada por Toldos Romero (2013) y explica que dada su complexión física, patrones de crianza, perfil cognitivo e influencia cultural, las mujeres utilizan estrategias violentas diferentes a las ejercidas por el hombre y éstas se caracterizan por el uso de agresiones psicológicas, comunicativas, alienación de los hijos hacia el padre de familia, chantaje emocional y manipulación de la vida sexual. La violencia femenina tiende a naturalizarse por su carácter “sutil y reactivo”, sin embargo, todo acto violento intencional genera un impacto psicológico devastador e irreversible en la autoestima de las víctimas. 
Desde un abordaje sistémico y comunicacional, Perrone y Nannini (1997) han distinguido entre dos modalidades violentas: violencia simétrica y violencia complementaria. La primera se genera en situaciones de desafío en el que uno trata de imponerse al otro; la mujer es la que suele ser la víctima de las agresiones físicas, pero no se somete y se las arregla para continuar la lucha. La agresión es abierta y existe el sentimiento de culpa. La violencia complementaria (violencia de castigo) es un intento por perpetuar una relación de desigualdad donde existe un fuerte y un débil; el fuerte se cree con derecho de castigar al débil, no hay sentimientos de culpa y sí una cierta sanción cultural que justifica su violencia. Sus secuelas son mucho más graves. La violencia de castigo destruye la identidad porque la víctima no pertenece a la misma clase de quien la agrede. 
Un estudio estadístico relevante fue realizado por González Galbán y Fernández de Juan (2014) en Baja California, México, y determinó la probabilidad de que los hombres jóvenes sean víctimas de violencia de pareja, en función de algunas covariables que se presuponen influyentes. 
Así, los autores reportaron que son los hombres jóvenes, con un nivel educativo bajo, que tienen un trabajo inestable, que nacieron en la frontera norte y que fueron víctimas de violencia en la infancia quienes pueden ser mayormente vulnerables a conductas violentas por parte de sus parejas femeninas. 
En otra investigación realizada por Hernández (2007) a 50 mujeres en Saltillo, Coahuila, México, y cuyo objetivo fue determinar la manera en que las mujeres retroalimentan la violencia de su pareja con su conducta verbal o no verbal, se reportaron seis hallazgos muy interesantes:
    Si bien la violencia física es predominantemente masculina, la verbal es casi recíproca entre los cónyuges.
    La violencia se construye entre dos, primeramente como una escalada verbal y después física, cuyo punto final es la agresión que termina con el enfrentamiento y con la situación así generada. 
    La mujer recurre durante los episodios violentos a conductas verbales, mismas que fungen como conductas detonantes y retroalimentadoras en la construcción de los episodios violentos; a su vez, los hombres optan por conductas no verbales, como la agresión física, a la que reciben respuesta de las mujeres en algunas ocasiones, quienes, al no poder mantener la escalada, terminan retirándose. 
    El que la violencia se construya, no significa en absoluto que ambos cónyuges tengan igual responsabilidad, pues el agresor intencional siempre tiene una responsabilidad mayor.
    Es preciso que los dos actores de la violencia hagan algo diferente, nuevo, lejos de la interpretación tradicional que señalaba al violento como agente del cambio. 
    La mujer tiene una participación activa; nada justifica la agresión física, pero encasillar a la mujer como víctima y no hacer visibles sus conductas detonantes y retroalimentadoras, obstaculiza la modificación del círculo de la violencia.
Un estudio adicional fue realizado en la Ciudad de México por Trujano, Martínez y Camacho (2010) con cien jóvenes heterosexuales -solteros y casados- y cuyo objetivo fue identificar qué actitudes y comportamientos percibían como violentos de su pareja femenina, así como la frecuencia y modalidades con que se presentaban; reportó que la violencia está presente en ambas muestras con niveles bajos, pero se apreció una mayor incidencia y una mayor percepción en los hombres casados. Las modalidades con mayor frecuencia y mejor percibidas por ambos grupos incluyeron la violencia psicológica, la sexual y la económica nuevamente fue mayor en el grupo de los casados. 
Los autores advierten que pese a que la incidencia en las muestras sean bajas, no deja de ser un indicador preocupante, pues una vez que se han instalado episodios de violencia, la posibilidad de que aumenten tanto en frecuencia como en intensidad será alta.
A nivel sudamericano, una investigación cualitativa realizada recientemente en Chile por Rojas, Galleguillos, Miranda y Valencia (2013) analizó los discursos de hombres víctimas de violencia conyugal y los resultados mostraron que la expresión más común de violencia femenina es la verbal, particularmente los gritos y las humillaciones, a través de los cuales imponen autoridad, fortaleza y control. 
Sin embargo, si estas acciones no dan resultados, añaden actos de agresión física como cachetadas, patadas, destrucción de documentos u objetos personales del cónyuge e incluso el lanzamiento de objetos como zapatos y platos. Por otro lado, las mujeres utilizan violencia verbal para exigirles a sus parejas que se comporten de acuerdo al modelo hegemónico de “hombre”, cuestionando con ello su masculinidad. 
En este sentido, la propia ideología patriarcal que beneficia a los hombres en aspectos cotidianos, es la misma que les impone estereotipos rígidos con respecto a lo que se espera de ellos como hombres “fuertes” en la relación de pareja y por tal razón, el hecho de ser violentado queda oculto y al mismo tiempo impune.

Conclusiones

Desde una visión ética, es cuestionable que los actos de violencia ejercidos por los hombres sean señalados con índice de fuego y se les acuse de un sexismo exacerbado -que si bien es absolutamente cierto- cuando se trata de agresiones intencionales femeninas, se les connota exclusivamente como actos reactivos de violencia doméstica y con ello se subestiman e invisibilizan las agresiones cometidas por las mujeres hacia sus parejas. 
Presuponer que, en virtud exclusiva de nuestra condición sexogenérica, una persona es potencialmente violenta, irracional o incompetente para lograr su recuperación emocional a través de la psicoterapia es aún más sexista y retrógrada que la propia violencia y de paso, anula la oportunidad para mujeres y hombres de mejorar nuestras interacciones.
La violencia femenina hacia el hombre existe, aunque es indiscutible que las estadísticas a nivel global muestran una enorme proporción de mujeres que han sido objeto de violencia de género por parte del hombre.
 No obstante, los hombres agredidos al igual que muchas mujeres sufren en silencio y lo hacen por las mismas razones; no tener con quién hablar, considerar que la violencia es un asunto privado y vergonzoso o porque han buscado ayuda profesional y han obtenido respuestas prejuiciosas y difusas. 
Aún queda pendiente seguir investigando sobre la violencia femenina ejercida no sólo hacia los hombres, sino también la dirigida hacia otras mujeres, hacia senectos y hacia niños. 
Es indiscutible el axioma de la equidad de género, la igualdad de oportunidades y la necesidad de que los hombres participemos más y desarrollemos una verdadera corresponsabilidad en las actividades domésticas, amorosas, reproductivas y de cuidado, y adoptemos posturas libres de sexismo. 
También es cierto que el contexto sociocultural de corte patriarcal, sin duda nos privilegia a los hombres como colectivo, sin embargo, tal distribución rígida de roles y expectativas en función del sexo y género, tiene también severas consecuencias emocionales para los hombres. 
El propósito del texto fue nombrar a un tipo de violencia -que si bien no se ha extendido aún- al nombrarla la limitamos, y al limitarla, deseo que a todos nos motive a comprenderla.
La solución a la violencia de género y a los feminicidios que ahora se han desbordado de la frontera norte hacia otras regiones de México como Puebla o Estado de México, no radica en el acceso a la información mediante la impartición de talleres, charlas motivacionales en las escuelas o en asentar una comunicación fluida entre los miembros de la pareja. 
Hemos de apostar por acciones preventivas de la salud mental comunitaria, por el diseño de políticas públicas basadas en la evidencia científica y por la conformación de equipos multidisciplinarios de profesionales con visión de equidad de género que cuestionen los valores, creencias y mandatos psicológicos y socioculturales sobre lo que “debe ser” un hombre y una mujer, pues eso es precisamente lo que está en la base de esta escalada de violencia, por la falaz posición existencial de superioridad-subordinación que promueve.

Referencias


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viernes, 20 de enero de 2017

Psicoterapia humanista en adolescentes para aumentar la autoestima

Psicoterapia humanista en adolescentes para aumentar la autoestima
Diana González Tenorio
Instituto Universitario Carl Rogers
Maestría en Psicoterapia Humanista

Resumen

En el presente artículo se llevó a cabo una intervención psicoterapéutica humanista con diseño cuasi experimental, con un objetivo de aumentar el nivel de autoestima de adolescentes en nivel secundaria con un número de 7 integrantes, hombres y mujeres, que se encuentran radicando en la cuidad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.  Para tal impacto, se aplicó: El cuestionario para la evaluación de la autoestima es una forma reducida y adaptada, para alumnos adolescentes, de otro cuestionario original denominado IAME (inventario de auto concepto en el medio escolar), elaborado por García (1995) y editado en la editorial EOS. Al concluir el taller se les aplico nuevamente el test de evaluación para medir el impacto del taller y verificar si se logró el objetivo de aumentar la autoestima mediante el taller de psicoterapia humanista.
Se comprobó el impacto y el aumento de la autoestima en los adolescentes, dando como resultado fortalecer su autoconcepto y autoestima.
Palabras Clave: Psicoterapia, adolescencia, autoestima.
Abstract

In the present article an Intervention was carried out psychotherapy humanist by design cuasi experimentally, by an aim to increase the level of autoesteem of teenagers in level secondary with a number of participants of 7 members, men and women, who are taking root in her take care of Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. For such an impact, one was applied: The questionnaire for the evaluation of the autoesteem is a limited and adapted form, for teen pupils, of another original questionnaire named IAME (inventory of car concept in the school way), elaborated by García (1995) and edited in the publishing house EOS. That on having concluded the workshop I apply to them again the test of evaluation to measure the impact of the workshop and to check if there was achieved the aim to increase the autoesteem by means of the workshop of humanist psychotherapy. In which there was verified the impact and the increase of the autoesteem in the teenagers, giving as result of strengthening his autoconcept and autoesteem.








Introducción

En cada una de las etapas se presentan cambios tanto en el aspecto fisiológico (estimulación y funcionamiento de los órganos por hormonas, femeninas y masculinas), cambios estructurales anatómicos y modificación en el perfil psicológico y de la personalidad; Sin embargo la condición de la adolescencia no es uniforme y varía de acuerdo a las características individuales y de grupo.
Cada persona va adquiriendo una personalidad en la etapa de la adolescencia individual o con sus iguales, con la objetivo de poder medir el grado de aceptación en diversos ámbitos sociales, esto con la finalidad de realizar modificaciones y actuar conforme al grado de aceptación que se  vaya teniendo de su conductas y preferencias. En la adolescencia existen diversos cambios a los que están expuestos los adolescentes. Es difícil encontrar adolescentes sin complejos, inconformes, inseguros. Existen también diversos cambios en su aspecto físico esto puede agradarles o no, sentirse cómodos o a disgusto lo cual les ocasionaría también estrés, inseguridad, etc.

Observando al adolescente como un ser holístico como un todo. Donde finalmente lo más importante es el desarrollo y crecimiento del adolescente de un modo sano, sin centrarse en la problemática, también es de gran importancia en entorno familiar y social.

La terapia Gestalt hace énfasis a la conciencia del presente es decir en el preciso momento en el que ocurre; los niveles corporales, el afectivo y el mental de manera indisociable. El aquí y ahora es una conciencia totalizadora. Pasa a constituir así una experiencia totalizadora.

Esta es otra de las Actitudes terapéuticas propuestas por Rogers.
Lo citamos: "La segunda condición reside en el hecho de que cuanto mayor sea la aceptación y el agrado que experimento hacia un individuo, más útil le resultará la relación que estoy creando. Entiendo por aceptación un cálido respeto hacia él como persona de mérito propio e incondicional, es decir, como individuo valioso independientemente de su condición, 'conducta o sentimientos (Rogers p.41)

La aceptación positiva es primordial al hablar de autoestima ya que en base a la personalidad y actitudes tomadas a lo largo de esta formación de personalidad, el adolescente va adquiriendo la capacidad de desarrollar autoconfianza y respeto saludable de sí mismo. No siempre se reconoce y admiten estos sentimientos con facilidad por esto es importante fortalecer la autoestima.

Es así como en la adolescencia se desarrolla la capacidad de contactar, de establecer condiciones de frontera que apoyen la vinculación como la separación. La relación del adolescente con el self se renueva, la experiencia privada se identifica y se complica notoriamente, y en ello se concentra y se absorbe la atención del adolescente. Crocker (1998) señala que entre las habilidades esenciales más importantes del self está su función sintetizadora, que es la capacidad mediante la cual nos apropiamos de los contextos más grandes de la experiencia en la forma de totalidades relativamente organizadas. Esta actividad espontanea organiza la propia experiencia en un todo temporal, a través de experiencias pasadas a través de la memoria y de ser capaz de anticipar el futuro imaginativamente en base a la experiencia pasada.

El campo de la experiencia del self se desenvuelve entre el pasado y el futuro, por un lado se encuentra la herencia de introyecciones y afectos infantiles, y por otro el naciente sentido de autoconciencia, de aprobación y autonomía. Estas dos polaridades se manifiestan en la organización del campo intrapsiquico y la respuesta del adolescente al medio ambiente.

La Gestalt del self infantil no desaparece. Permanece arraigada, este self se aferra a las reglas y definiciones de los valores y logros de la familia y sigue derivando su autoestima de la aprobación adulta. En algunas situaciones la recién formada Gestalt adolescente ayuda a desafiar y reestructurar Gestalt fijas de la niñez.

Durante el desarrollo del adolescente la frontera de contacto pasa a través de tres fases evolutivas, o labores del desarrollo.

1.    El desarraigo: diferenciarse de la niñez e intensificar fronteras generacionales
2.    La interioridad: profundización de la vida interna, intensificación fenomenológica de un self privado.
3.    La integración: organización estable de la experiencia intrapsiquica e interpersonal.

Identidad del yo (Erickson, citado en Philip, 1994, p. 36) modifico la teoría de Sigmund Freud sobre el desarrollo psicosexual como resultado de los hallazgos de la sociopsicologia y la antropología modernas. Para establecer el desarrollo de la formación de la identidad ni comienza ni termina con la adolescencia. Es un proceso que dura toda la vida, ampliamente inconsciente para el individuo.

La formación de su identidad continua a través de un proceso de selección y de asimilación de las identificaciones de la niñez, que a su vez depende de la identificación de los padres, los iguales y la sociedad tengan en ellos como personas importantes.

El yo es aquella parte de la personalidad individual de la que uno es consciente. El autoconcepto es la percepción cognitiva consciente y la evaluación que los individuos realizan sobre sí mismos; son sus pensamientos acerca de sí mismos. El autoconcepto ha sido denominado como la “identidad autohipotetizada” del individuo (Wayment y Zetlin, 1989, en F. Philip). El primer momento en el desarrollo del autoconcepto es cuando una persona reconoce que él o ella es distinto, un individuo separado. Este conocimiento comienza en la niñez temprana. El autoconcepto implica desarrollar la consciencia sobre lo que los individuos ven cuando se miran a sí mismos en términos de sus características físicas autopercibidas,  de su personalidad, sus habilidades, sus rasgos, sus roles,  y su estatus social (Harter, 1990 en F. Philip).

Habiendo construido conceptos sobre sí mismos, los adolescentes deben enfrentarse a la estima que considera que tienen de sí mismos. Para que las personas se tengan autoestima, debe haber una correspondencia entre los conceptos de sí mismo y los yo ideales.

El yo ideal se refiere al tipo de persona que a un individuo le gustaría ser.
Una autopercepción positiva, o un alta autoestima, es un resultado deseado del proceso de desarrollo humano. En ocasiones, el adolescente con una identidad débil  y una baja autoestima intenta desarrollar una imagen falsa, una fachada con la que enfrentarse al mundo. Este es un mecanismo de compensación utilizado para superar el sentimiento de no tener valía, convenciendo a otros de que uno es valioso.

Método

La investigación a realizar fue de enfoque cualitativo, ya que buscaba obtener datos que se convirtieran en información de personas, seres vivos, comunidades, contextos o situaciones en profundidad. Se recolectan con la finalidad de analizarlos y comprenderlos para responder las preguntas de investigación y generar conocimiento. (Sampieri, 2006).

Se realizó un estudio transeccional descriptivo ya que se realizaron observaciones, en un momento en el tiempo, recolectando datos sobre los conceptos, variables, contextos y reportando lo observado.

Con un análisis cualitativo ya que pretendía describir las experiencias de las personas que forman parte de la investigación, bajo su óptica, su lenguaje y con sus expresiones. Así cómo explicar situaciones, hechos y fenómenos.

Con análisis cuantitativo una vez que los datos del Cuestionario de Evaluación de la Autoestima para alumnos de educación Secundaria sea codificado para su investigación. Es transversal ya que fueron evaluados con un pretest y postest para medir los niveles de autoestima antes y después del taller terapéutico.

Sujetos

La presente investigación fue realizada en un local particular de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Con un grupo de adolescentes de entre 13 y 16 años de edad, que se inscribieron de manera voluntaria al taller al enterarse de la convocatoria.
AN: femenino 13 años
FR: masculino 14 años
HA: femenino 16 años
IV: masculino 15 años
JA: masculino 14 años
VA: femenino 13 años
AM: femenino 13 años

Material

Cuestionario de Evaluación de la Autoestima para alumnos de enseñanza Secundaria.
El cuestionario para la evaluación de la autoestima es una forma reducida y adaptada, para alumnos adolescentes, de otro cuestionario original denominado IAME (inventario de autoconcepto en el medio escolar), elaborado por García (1995) y editado en la editorial EOS, y los diarios de sesiones.

Procedimiento

Se realizó una carta descriptiva del proyecto “El impacto de un taller con enfoque humanista para aumentar autoestima en un grupo de adolescentes” para la aprobación de la misma. Se hizo la invitación abierta a adolescentes de entre 13 y 16 años de edad para asistir al taller terapéutico. Posteriormente se integró un grupo de 7 participantes, que se convocaron a un local particular ubicado en la colonia Bienestar Social de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Se convocó a los padres y a los adolescentes seleccionados, a una junta en el local particular, con el fin de informarles acerca del taller y presentarles el calendario de trabajo. El Cuestionario de Evaluación de Autoestima para Alumnos de Enseñanza Secundaria fue aplicado en la primera sesión y la última, con el objetivo de facilitar los resultados cuantitativos de la presente investigación. Se calificó el pre-test y post-test de cada persona, sumando sus respuestas para obtener el puntaje total.
Los resultados cualitativos fueron obtenidos a través de la observación fenomenológica de los asistentes durante las sesiones, el análisis de los comentarios relevantes así como también por medio de la lectura de los diarios de sesión de cada participante.  Debido a la diversidad de temas de los participantes del taller de investigación, se utilizaron diferentes técnicas terapéuticas: Gestalt.







Resultados

A partir de los resultados obtenidos durante la aplicación del Cuestionario de Evaluación de Autoestima para alumnos de Enseñanza Secundaria y conforme el desarrollo de la investigación, les permitió a los participantes la experiencia de un taller terapéutico, en el cual  pudieron reforzar diferentes áreas de su vida, como su autoconcepto, sus relaciones con padres, pares etc., las actividades los llevaron a reconocerse como seres individuales, con sentimientos y gustos determinados, y entender los diferentes ambientes en los que se desenvuelven, todo este desarrollo personal los llevo a elevar en la mayoría los niveles de autoestima según el instrumento cuantitativo, y los instrumentos cualitativos respaldan de acuerdo a lo que ellos nos narran estos resultados.
De acuerdo a los resultados cuantitativos 1 de los integrantes del taller manifestó un decremento en la mayoría de las áreas que evaluamos, únicamente un incremento en el apartado de autocrítica, podemos concluir de esta forma y sustentado con los diarios de sesión y la observación fenomenológica, que el adolescente entro en un proceso de contacto consigo mismo, logro vencer algunas de las resistencias, lo que le permitió llegar al “darse cuenta” y contactar directamente con su Self adolescente.
Durante la investigación, cada uno de los resultados cualitativos nos permitió conocer el desarrollo personal de cada uno de los participantes.
En general se concluye que fue una investigación satisfactoria y con base en los resultados la hipótesis resulto acertada.



Conclusiones

A partir de los resultados obtenidos se puede concluir que el taller con intervención psicoterapeuta con enfoque humanista tiene un impacto en los adolescentes participantes en esta investigación utilizadas en esta intervención donde se logró reforzar las siguientes áreas: autoestima, física, autoestima emocional, autoestima de relación con otros y autoestima general.
Se demostró por medio del test utilizado en los adolescentes mayor concientización de su entorno el poder experimentar sensaciones, emociones, sentirse apreciados y demostrar su afecto, percatándose a en su entorno familiar, social y la valoración por sí mismos, al tener mejor comunicación siendo asertivos al ir resolviendo emociones propias de la adolescencia.
Por esto concluimos que el adolescente con una autoestima positiva podrá desenvolverse sanamente, y el impacto positivo que se obtuvo reforzando este aspecto tan valiosos de cada adolescente para enfrentarse a las demás etapas y áreas de su vida.


Referencias bibliográficas

Polaino, A. (2003). En busca de la autoestima perdida. España: Desclee de Brouwer.
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Latner, J. (2012). Fundamentos de la Gestalt. México: Cuatro vientos
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Hernández Sampieri, R., Fernández Collado, C. y Baptista Lucio, P. (2006). Metodología de la investigación.  (4° ed.). México: Mc Graw Hill.