23 AÑOS DE "EXCELENCIA ACADÉMICA"

23 AÑOS DE "EXCELENCIA ACADÉMICA"
Con un firme modelo educativo constructivista-humanista, el Instituto Universitario Carl Rogers, IUCR, nace en el año de 1994, bajo el nombre de “Centro Universitario de Puebla”, Actualmente "INSTITUTO UNIVERSITARIO CARL ROGERS" con el objetivo de difundir los conocimientos y vivencias de la psicología, psicopedagogia y psicoterapia humanista, creando a su vez programas, proyectos de crecimiento y desarrollo del potencial humano. LÍDER NACIONAL EN PSICOLOGÍA, PSICOPEDAGOGÍA, COMPORTAMIENTO Y DESARROLLO HUMANO EN LAS ORGANIZACIONES quieres saber más... visita nuestro web site www.unicarlrogers.com.mx

viernes, 26 de mayo de 2017

Lo mexicano: Una entelequia de conceptos

Lo mexicano: Una entelequia de 
conceptos
Instituto Universitario Carl RogersMtro. Edgar Daniel Anaya Torres


Todos los hombres me separan de los hombres
Emil Cioran.


Mirar las raíces profundas en las que el mexicano promedio arrastra su agonía diaria, su soledad, resulta hilarante, ya que al pensar en el mexicano de la actualidad, el mexicano niño que padece de identidad, el mexicano joven que sufre su identidad o el mexicano viejo que duda de su identidad, parecen lugares comunes, explicaciones o descripciones sobre el concepto de lo mexicano, sin embargo, son los lugares comunes los que sumergen al mexicano en una mítica nostalgia que rodea la esencia de su ser, así, está por demás tomar como hilo conductor al mexicano para considerarlo como fiel protagonista de un proceso que ha arrastrado su historia; más, cabría arrojar a la cotidianeidad, a su carácter melancólicamente desolador, a un mexicano que a pesar de sí es atrapado por la modernidad, sin descubrir que la modernidad lo ha sobrepasado, que en su necesidad de dejar de ser mexicano cumple los estereotipos del mexicano promedio.

La relación entre el discurso y la identidad nos lleva a la explicación de los lugares comunes en los que habita el mexicano, a la soledad donde el mexicano vive y a su vez muere, sin embargo, debe entenderse esto último como un discurso dominante que delimita el campo de acción de los individuos que aprehenden el concepto. La realidad del mexicano dista de la identidad del mexicano y los mitos que se han construido a través de él. La mitificación del mexicano en torno a los rasgos y signos de los cuales lo han revestido sus intelectuales, desde la conquista hasta la modernidad, generan determinados estigmas en su imaginario y en su personalidad colectiva. Estos estigmas se forman en torno a los discursos que se forman a través del concepto de modernidad, y más importante aún, sobre discursos de exclusión.

Se puede pensar que las fronteras que trazan los discursos de exclusión se incrustan en la mente de quien los toma a partir de formar parte del mundo dado. Y son estas fronteras las que caen ante los ojos del mexicano, estas fronteras que dentro de su ideografía ya no delimitan su espacio, su lugar, su tierra. Entonces su inseguridad se vuelca con angustia hacia movimientos globales incomprendidos; el devenir de los días cae tumultuosamente sobre sus hombros; el mexicano se siente incomprendido e incomprensible: está entramado ante este halo de mitos que circundan su ser; este conjunto de mitos que construyen un arquetipo de lo que debería de ser, tanto externa como internamente, lo golpea con fuerza y lo deja inmóvil, con su carácter melancólico y pasivo, mediando sus emociones, comiéndolas de a poco, pero es aquí donde olvida sus pasiones, en el conjunto de mitos que lo cercan y lo condenan a ser mexicano, lo trascienden hasta la actualidad, lo corrompen, lo moldean. El presente adquiere significado para poder explicar al mexicano, ya que en este ente se ejemplifica el hecho de no creer ya más en el gran relato de la mexicanidad. Así, el conjunto de narraciones no realistas que han perfilado la noción de mexicano, ubican al individuo que intenta asimilar este concepto en un desfase total, pues no le permiten ubicar su ser y tratar de cumplir las funciones que le exige su realidad, asimismo:

Las «identificaciones» con los grandes nombres, los héroes de la historia actual, se hacen más difíciles… De esta descomposición de los grandes Relatos, que analizamos más adelante, se sigue eso que algunos analizan como la disolución del lazo social y el paso de las colectividades sociales al estado de una masa compuesta de átomos individuales lanzados a un absurdo movimiento browniano (Lyotard, 1987, p. 16).

El arquetipo de lo mexicano ha sido traspasado por un sin número de mitos; su esencia se ha construido a partir de lo que definen los intelectuales. Pareciera que el concepto de mexicano se ha trastocado a lo largo de la historia del país, sin embargo, es inevitable observar que dentro de la posmodernidad los imaginarios sociales se ven deformados por la particularidad de los individuos que los generan y los concentran en un discurso particular.

La identidad, un concepto ajeno al mexicano

La identidad, en su papel de formación como concepto, busca la aproximación del ser, en tanto la otredad que existe en el exterior del individuo. Sin embargo, hay otro concepto que resulta importante delinear, ya que se supone es el medio para la formación de identidad: la identificación. La identificación del individuo se construye a partir de su inclusión en grupos (sociales, culturales, de apoyo…). En su necesidad de socialización, el ser humano busca formar parte de sus pares, relacionarse con ellos, compartir rasgos culturales que le permitan desarrollarse dentro del mundo que le tocó vivir. En esta definición de identificación se explica que no hay un reconocimiento del otro como tú, más bien hay un reconocimiento del otro en tanto cosa.

La identificación traduce las formas de actuar y relacionarse con los otros a partir de reconocerlos como objetos actuantes en la realidad social, ahora bien: “El problema, entonces, es pensar si hay otra posibilidad para abordar la específica singularidad de las realidades sin que quede reducida a una mera cuestión de diferencia” (León, 2005, p. 53). Esto es, a  la cosificación de los otros en su diferenciación de lo propio y lo ajeno, con base en, más allá de una necesidad social, de una necesidad existencial.

Lo que se busca, entonces, es establecer una ruptura con el concepto de identificación y superponer el concepto de identidad, así como lo ejemplifica Levinas (2005):

El Yo y lo que no es yo (o sea, que es Otro) no pueden ser abordados como si estuvieran solos en el mundo. Se requiere, a su vez, de algo más, de un Tercero… que no es más que la realidad social conformada por prójimos del prójimo, configurando una multiplicidad de terceros y cuyo papel rebasa la relación cara-cara y el radio de acción de una intención voluntaria (p. 78).

La realidad que se sustrae, en tanto la problemática, se realiza en la relación entre el Yo y los otros, el yo en su posibilidad de ser y los otros en su posibilidad de actuar en el mundo, el Yo se estructura a través de la exclusión del otro, en esta exclusión se genera la negación del otro “en tanto ser”, para delimitarlo como cosa.

En este sentido, se puede reformular el problema de identidad en la medida en que el Yo consigo mismo no significa una simple tautología de yo es Yo (León, 2005), sino que se requiere de una relación de lo Mismo con el Otro, no en una dialéctica, más bien, en una posibilidad metafísica que traduce lo concreto con el egoísmo. A partir de esta idea se puede afirmar que la identidad, en tanto apropiación del mundo a partir de conceptualizar al Otro como humano, es en la conciencia de sí en tanto individuo que forma parte de un mundo dado y reconoce al Otro en su condición de ser humano,  que da forma a la llamada identidad.

La identidad nacional gira en torno a la relación entre el individuo y el contexto social de la cual deriva la antesala histórica que se desarrolla en la cotidianeidad. Necesariamente tiene que ser tomada en correlación con la percepción de los individuos respecto a su identidad nacional. No obstante, al tener una identidad fragmentada, o una identidad dividida (como es el caso del mexicano) resulta difícil construir sólo un paradigma que nos permita centrar el estudio a dicha problemática, ya que las vertientes que surgen al paso resultan casi de carácter infinito, sin embargo, en el intento de orientar una visión, puede asegurarse que: “… la identidad nacional mexicana es una realidad histórica cultural que ofrece múltiples desafíos para su aprehensión y comprensión" (Béjar y Rosales, p. 12). Por ello se sugiere una posibilidad distinta: analizar a la identidad desde una entelequia de conceptos históricos, conceptos que abordamos aquí a continuación.

La identidad y el nacionalismo

Decir sentimiento de nacionalidad es decir sentimiento de individualidad histórica. Se llega al principio de nación cuando se llega a afirmar el principio de individualidad; es decir, a afirmar, contra tendencias generalizadoras y   universalizantes, el principio de la particular, de lo singular (Aguirre y Morales, 2013, p. 18).

Esta cita de Aguirre y Morales, parafraseando a Chabod, denota una afirmación de orden psicológico-sentimental de querer ser una nación, arremetiendo un sentido de conciencia colectiva, sin embargo, tanto el concepto de nación como el de nacionalismo son un paradigma que atrae un conjunto de concepciones para ser definidos; ahora, piénsese en nacionalismo como el discurso que forma una comunidad que previamente se encuentra delimitada por una zona geográfica, y que al arremeter al nacionalismo se genera una suerte de nominación que definirá a los individuos, entendiéndose al concepto de nominación, como: “… nombrar, poner nombres a las cosas y, para el trabajo presente, a las relaciones con la alteridad, con los Otros, con lo Otro” (León, 2005, p.112). De manera que la relación con cualquier realidad trascendente a mi Yo deja de estar en el terreno en el vínculo del pensamiento y el objeto, en cambio, se traduce a la evocación de la palabra  en relación con el mundo ajeno, ya que parafraseando a León (2005), lo que se nombre es, al mismo tiempo aquél a quien se llama.

Se encuentra, pues, una forma de discurso que aprehende las realidades de los individuos en sus particulares a través de la historia, las relaciones sociales, los imaginarios sociales, y el nacionalismo, siendo entonces la nominación una forma de ejercicio del poder, usando la designación dentro de los principios de identidad, dando un campo de acción limitado para lo que se puede hacer o no, para lo que se puede decir o no, y sobre todo, para lo que se puede pensar o no. Para ejemplificar esta situación en el imaginario nacional del mexicano, es necesario considerar los principales discursos de nominación que se han generado para el concepto de identidad del mexicano: el sentimiento de soledad, el sentimiento de inferioridad, el axolote, la náusea de ser mexicano. Cada discurso nomina al individuo en su particularidad y le ofrece un campo de acción muy reducido, ya que todo sistema de nominación genera procesos de designación de propiedades sobre la naturaleza de ser de las cosas.

Para ejemplificar esta idea, analicemos una frase de El laberinto de la soledad de Octavio Paz (1978, p. 67): “… el solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas”. La frase en sí misma, encierra una figura representativa que se asume declarativa y evidente y existe desde mucho tiempo atrás, trasmitiendo impresiones de repetición y fuerza que cada vez se muestran en nuestras realidades como campo de experiencia, independiente de experiencia inédita, obligan a hacer imputaciones de identidad ontológica ya establecida (León 2005). Esto lleva a pensar que las palabras adquieren una cierta forma de realidad, o mejor dicho, son la realidad, y en tanto son realidad definen los modos de actuar de los individuos, siendo una brújula que orienta la vida de los hombres en tanto son nominados y nominan sobre un discurso que se supone ontológico, a los otros con los que comparten dicha realidad. Pero lo otro, es otro que queda anegado en las sombras y oculto en la oscuridad, es eso otro que forma una fractura de la realidad, y que es en sí potencialidad de ser fractura de la nominación y da la realidad que se adquiere en tanto nominación.

Los espacios vacíos que quedan entre las palabras

Si resulta cierto que la realidad se vale de los discursos de verdad, exclusión, nominación, dentro de la realidad social es donde se delimitan las formas de actuar y pensar la realidad; también resulta cierto que dicha realidad tiene fracturas dentro de su constitución, dando la posibilidad a los espacios vacíos que quedan entre las palabras, a eso otro que habita en la conciencia de los individuos y que permiten pensar en un material en bruto a la espera de domesticación y por tanto, de salvación que comienza allí, con su propio absolutismo en negativo.

Los espacios vacíos contienen en sí un significado no propio de la realidad discursiva, de la sustancia que se encuentra unida gracias al lenguaje y por el lenguaje, puesto que éste permite pensar y entrelazar ideas que viven como en una nube entre los seres humanos, pues recurriendo a la metáfora de Aristóteles, podemos aseverar que somos animales políticos, pero para llevar a cabo actos políticos, debe mediar un lenguaje que genere actos del habla, mismos que someten a los seres humanos, sin embargo, hay brechas que discurren en la realidad, que la quiebran por instantes. Esos espacios vacíos son la posibilidad de pensar en otra realidad.

Referencias

Arreola, J. J. (1986). La feria. México: Lectura Mexicanas.
Aguirre, A. y Morales, J. (1999). Identidad cultural y social.  España: Bardenas.
Béjar, R. y Rosales, H. (1999). La identidad nacional mexicana como problema
político y cultural. México, D.F. México: Siglo XXI.
Filinich, M. (1999). La voz y la mirada. México: Plaza y Valdés.
Foucault, M. (2009). El orden del discurso. México: Tusquets.
León, E. (2005). Sentido ajeno, competencias ontológicas y otredad. Barcelona: Anthropos.
Lyotard, J. (1987). La condición postmoderna. Buenos Aires, Argentina: Teorema.
Paz, O. (1978). El laberinto de la soledad. México: Popular.
Warnier, J. (2002). La mundialización de la cultura. España: Gedisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario