Impacto psicológico de la
crisis de separación conyugal violenta en el varón: una aproximación narrativa
a la interpretación de los factores de violencia.
Por: Marco Antonio Rojas Quiroz
Instituto Universitario Carl Rogers
Licenciatura en Psicología
Psychological impact of the crisis of violent
conjugal separation on male: a narrative approach to the interpretation of the
factors of violence.
ABSTRACT
Marital
separation crisis represents for many men a dip in a process of multiple facets
and degrees, going beyond domestic violence But they "must" cross it
as if there was no such violence and, worse still, as if will not affect them,
with stoicism and invisible. Information and studies that address violent
factors affecting on the male in these circumstances - which are scarce or of
difficult access, coupled with a social representation of the stereotype of how
man, always considering executor and not victim, let still little intention to
understand that this crisis committed the psychic - and sometimes physical -
men's health. In a qualitative approach, at an exploratory-explaining level, the Semi-structured interview, the Story
of life and the phenomenological observation allow access, through
narration, to contact with some emotional stress triggers and the pragmatic
meaning of these in the psyche of the male, as well as other many signs of
mental impairment and behavioural. Reconsideration of factors of domestic
violence against men in separation, will be critical to devise a suitable
future therapeutic treatment, emotional,
affective disinhibition and dignified behaviorally-oriented.
Keywords: abused
male, marital separation, masculinity, crisis by separation, mental and
physical health and psychological care.
Resumen
La
crisis de la separación conyugal representa para muchos varones una inmersión
en un proceso de violencia con múltiples facetas y grados, yendo más allá de la
doméstica. Pero ellos “deben”
cruzarla como si tal violencia no existiera y peor aún, como si no les debiera
afectar, con estoicismo e invisibles. La información y los estudios que abordan
los factores violentos que inciden
sobre el varón en estas circunstancias -que aparecen escasos o de difícil
acceso-, aunados a una representación social del estereotipo de cómo ser hombre, considerándolo siempre
ejecutor y no víctima, dejan todavía poca intención de entender que esta crisis
compromete la salud psíquica -y en ocasiones física- del hombre. En un abordaje
cualitativo, a nivel exploratorio-explicativo, la Entrevista semiestructurada, el Relato de vida y la observación
fenomenológica permitieron acceder a través de la narración, al contacto
con algunos detonantes de tensión emocional y al significado pragmático que revisten estos en la psique del varón, además
de otros tantos signos de afectación psíquica y conductual. La reconsideración
de los factores de violencia doméstica contra el varón en la separación,
resultará determinante para idear un adecuado tratamiento terapéutico futuro,
orientado a la desinhibición emocional, afectiva y conductualmente
dignificante.
Palabras clave: varón
maltratado, separación conyugal, masculinidad, crisis por separación, salud psíquica
y física, atención psicológica.
I.
Introducción
Una de las muchas verdades deprimentes acerca
de la relación entre los sexos consiste sencillamente
en que el varón no existe prácticamente en el mundo
de las mujeres
E. Vilar.
El acontecimiento de la separación, en este caso
de tipo conyugal -o sus equivalentes,
toda vez que involucren una condición de responsabilidad mayor a diferencia de
la relación de noviazgo-, a menudo finca el punto de partida de una crisis
multifactorial en cada uno de los integrantes de la familia nuclear, hasta ese
momento. Se plantea multifactorial porque
involucra ámbitos económicos, legales, de vivienda, laboral, social, de
familias de origen, de representación social de género, y acaso otros más, dependiendo
del entorno psicosocial, cultural y económico de los involucrados. Así, en poco
tiempo, queda desestabilizada la homeostasis personal de cada miembro y por
ende, la del ente familia.
Partiendo
del momento de la escisión, en tanto la familia
continúa siendo: “el contexto social más privilegiado de influencia y de
eventual optimización del desarrollo biopsicosocial humano” (Vallejo Orellana, Sánchez-Barranco,
F. y Sánchez-Barranco P., 2004, p. 92). La atención, asesoría y protección de
los derechos (y bienestar) de los involucrados se supondrían equitativamente
amparadas por diversas instituciones y marcos legales y jurídicos. Nada más
lejano a la realidad. Y menos en lo alusivo a una equidad de género,
socioculturalmente hablando.
Partiendo
de este punto se aborda el análisis de una inquietud invalidante sobre una poco existente -o
virtualmente oculta- consideración de la afectación psíquica en el trance de la
separación, situación que resume -¿o agrava?-
el universo de factores que integra el concepto de violencia hacia el varón.
Ahora
bien, si cada miembro del sistema familiar es profundamente afectado –alusión usada para no
victimizar a ninguno de los miembros- por la “onda de choque” de la separación,
lo cierto es que, desde los constructos del Derecho (civil y penal), de la asistencia
pública y privada, hasta las conceptualizaciones sociales y familiares respecto
al divorcio, la separación, etc., ostensiblemente orientan su atención hacia
las figuras de madre e hijos, minimizando -si no anulando- la incidencia de la
crisis y sus secuelas en el otro cónyuge, recrudeciendo por ende su efecto
viral en la vida psíquica y conductual de éste.
La entrevista semiestructurada, poco directiva, la observación fenomenológica y la escucha activa ofrecen aquí un canal adecuado para acceder al significado que el varón da -a nivel psíquico y conductual- a su circunstancia mientras afronta el evento de separación. La narración libre del evento permite, en el análisis del discurso, identificar efectos psicológicos y psicosomáticos normalmente silenciados en el varón.
La entrevista semiestructurada, poco directiva, la observación fenomenológica y la escucha activa ofrecen aquí un canal adecuado para acceder al significado que el varón da -a nivel psíquico y conductual- a su circunstancia mientras afronta el evento de separación. La narración libre del evento permite, en el análisis del discurso, identificar efectos psicológicos y psicosomáticos normalmente silenciados en el varón.
II. Un universo violento en
torno al varón en separación
Puede preverse un universo de factores que
desarrollan tensión emocional, previos y durante el evento de separación, cuya
puntuación y escalada pueden conjugarse
como violencia inherente. De
los primeros factores a considerar, uno sería la representación social de la violencia doméstica. Corsi (citado en
Fundación Mujeres, [s. a.]) plantea que las mujeres son, ante la visión global,
la población en riesgo. De tal
manera, la concepción generalizada o normalizada
es que cuando se desarrolla violencia doméstica debe entenderse como
violencia hacia la mujer (p. 2). Esto
se aprecia sensiblemente en el hecho de que, así en el ámbito cotidiano como en
el de estudio, es difícil comenzar a sugerir cualquier evento en donde se
mencione que el hombre esté siendo víctima de maltrato cuando el análisis, las sospechas,
las hipótesis, den ya lugar a la duda
y hurguen buscando una primera agresión apuntando hacia el blanco femenino para poder circunscribir el acto violento hacia el
hombre como reacción y no como origen. De manera concomitante, la atención de
los estudios de cualquier disciplina que pueda relacionarse con la violencia
hacia el varón se ve frecuentemente minimizada en función de la estadística y
la representación social de género prevalente.
Haciendo
referencia a esto, introduce Duarte (citado en González y Fernández, 2014):
…la violencia en el hogar, en particular entre los cónyuges, a pesar de
su comprobada incidencia (sobre todo hacia la mujer por parte del hombre, como
la más frecuente y culturalmente esperada), aún no ha sido documentada de forma
suficiente tanto en México como en América Latina... (p. 3).
Deja intuir
que tal sesgo -y pobreza- en el estudio de tal fenómeno, permea y distorsiona
la cantidad y la calidad de la información que pudieran sustentar la
investigación imparcial y nutriente, particularmente sobre el tema que aquí se
aborda. Empero, deja muy ubicado el territorio donde más incide esta ignorancia socialmente aceptada.
Así surge
la representación social que señala pertinazmente al hombre como el generador
de la violencia y de manera simultánea convierte en víctima per natura a la mujer. Esta percepción
encuadra en un paradigma peculiarmente sensible de la cultura latinoamericana y
puntualmente, de la mexicana, como lo circunscribe Cerezo (2016) en el concepto
de estereotipo dicotómico (Las mujeres son víctimas de violencia; los
hombres son victimarios), que es una de las premisas que impiden “tanto a
víctimas como a victimarios modificar sus vidas; y a los profesionales (…)
proporcionar servicios de prevención, intervención y extensión…” (p. 56). Esto
permite reflexionar que el seguir cultivando tal paradigma, sesga el acceso al
conocimiento de otros vértices ocultos en el estudio de la incidencia de los factores
violentos en el hombre y posterga reestructuraciones de toma de conciencia,
prevención y diseño de protocolos de atención psicológica adecuados y
verdaderamente equitativos.
III. El problema de la invisibilidad
La violencia en la pareja dirigida hacia el varón
pareciera pues, un tema meticulosamente evadible aun en tiempos de pugna por la
equidad. En la mesa denominada Hombres
maltratados, llevada a cabo en la Facultad de Ciencias Políticas y sociales
de la UNAM, Nelly Tello, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de
la UNAM (citada en Galán, 2006), sustenta: “el
tema de los hombres maltratados aún no está socializado. (…) hay que reconocer
que [tal violencia] se da (…); lo más complejo es que ni siquiera se nombra y
hacerlo se vuelve una osadía” (párrs. 4 y 6).
Se
suma así otro factor de afectación en el psiquismo masculino: la invisibilidad. Esta ahonda la duda
ante la posibilidad de denuncia, vela la toma de conciencia por parte del mismo
hombre de que tiene un problema y se recrudece ante la minimización cultural,
social, mediática y legal de que el hombre pueda ser, en cualquier momento,
también víctima.
Sobre
algunos de estos aspectos, destaca Sánchez Rivas (2014):
Es cuestión de realizar una fugaz revisión sobre
los hombres maltratados e inmediatamente notaremos que (...) [está previsto en]
la Ley (…), sin embargo no existe institución alguna que oriente a la víctima
en su proceso de denuncia y reparación del daño; no existen grandes
investigaciones por parte de expertos, por tanto pareciera que la dificultad es
que no es considerado como una problemática social (p. 6).
Punto este
en donde, aun cuando la estadística deviene eventualmente en una de las
agravantes de la mencionada invisibilización
del fenómeno, puede de igual modo transparentar y constatar una realidad, al
menos develada por el dato duro.
Emana así
una numeralia casi oculta, como la
que aportan Trujano et. al. (2010):
· Algunos autores en 1997 encontraron que el 1% de
las esposas maltrataba a sus maridos (Olamendi, 1997); para 1998 otros
observaron un 2% (Corsi, 1997; 1998); pero para el año 2005, se hablaba ya de
al menos un 10% a 15% de varones golpeados. Finalmente, se calcula un 23%
aproximadamente en que los combates son mutuos; al respecto, por razones
obvias, existe menos investigación.
·
El Centro de Atención a la Violencia
Intrafamiliar (CAVI) apunta que:
“en el primer semestre de 1997, una de cada 10 víctimas de violencia doméstica
era varón; pero para el 2006 aumentó al 14.1% en la capital de la República,
según el mismo CAVI y el DIF (Desarrollo Integral para la Familia)”.
· Durante el año 2001 se registró un 6% de varones
víctimas de sus parejas, y de enero a agosto del 2002, hubo 23 denuncias por
parte de ellos en el Estado de Aguascalientes. También en el D.F., de enero a
septiembre del 2002, fueron atendidos por violencia doméstica de sus cónyuges
234 varones, según cifras de las Unidades de Atención y Prevención de la
Violencia Familiar (UAPVIF).
·
En el mismo
2003, el Consejo General del Poder Judicial en México informó de siete varones
asesinados por sus esposas. En el 2004, el Instituto Nacional de las Mujeres
confirmó que 73 varones fueron atendidos por malos tratos sólo en el D.F.
·
En el mismo año,
las personas atendidas por violencia familiar en las unidades de la Secretaría
de Salud del Distrito Federal (SSDF) manifestaron que el 21.8% de las víctimas
fueron varones.
·
En el 2007, el
Procurador General de Justicia en el Estado de México aseguró que en esta
entidad, en los últimos años por cada asesinato de mujeres ocurren tres
homicidios dolosos contra hombres, casi todos producto de problemas pasionales
(pp. 340, 341).
Las
cifras resultan datos groseramente fríos y pueden dar una connotación errónea
de competitividad malsana por la
prevalencia hegemónica de la victimización
entre géneros. Pero no es aquí la intención sino más bien la de reintegrar y
devolver la personalidad al varón -de inicio bajo su constatación estadística-
como individuo susceptible de sufrir daño y afectación por efectos de
violencia, particularmente al nivel psíquico que aquí ocupa; y no exento de sus
determinantes genéricas sino conjugado con su propia concepción personal y
social.
IV. Interpretación pragmática de
la violencia por el varón
Si se atiende a los patrones de violencia
doméstica, observaciones en este caso psicológicas, muestran que su vivencia es
similar a cuando ellas son las víctimas; y puede derivar incluso en asesinato.
Es decir, ellos también sufren violencia física, psicológica,
sexual, económica, social y objetal:
…algunas esposas maltratadoras se burlan en privado o en público del
marido, lo intimidan y humillan; lo aíslan de familiares y amigos; le retienen
el dinero; lo amenazan con suicidarse o dañar a sus hijos; le impiden trabajar
o estudiar; lo chantajean con gritar pidiendo ayuda a los vecinos, seguras de
que les creerán a ellas; lo agreden físicamente de propia mano o recurren a
terceros (a través de familiares, amigos o amantes) a quienes convencen de que
el marido merece ser castigado (Del Ángel y Monserrat, citados en Trujano et.
al, 2010, p. 342).
Pero a
partir de aquí, los efectos parecen ya no ser tan equitativos (contención de la
ira, devaluación de la imagen –propia y social-, de la autoestima frente al
concepto de ser hombre, sentimientos
de enajenación por el alejamiento forzado de los hijos (alienación), abandono forzado o necesario
de la vivienda, limitantes legales, etc., además de las posibles secuelas
somáticas).
Deviene
entonces una vulnerabilidad en el varón que incrementa la marejada de una violencia de entorno que inflige aquél estereotipo
dicotómico (Cerezo, 2016).
Puntualiza
al respecto Folguera (2013): “el varón maltratado ve disminuida su capacidad de
defensa, a nivel emocional y jurídico, en función del concepto de macho (…), y de la magnitud y visibilización del maltrato hacia la
mujer” (p. 11). Situación que nos habla de cómo vivencia el hombre su debacle
identitaria.
Esta interpretación tiene relación particularmente,
con que el entorno sociocultural conmina al varón a cruzar de “determinada
manera” el evento mientras lo vive en soledad y sin precedente conductual,
desde dentro. Los significados entonces
cambian: por ejemplo, los episodios de depresión
a causa de la separación no son solo depresión sino que vienen agravados por el
propio fracaso afectivo, la objeción ante su propia imagen, la contención del
exabrupto emocional (catalizador), frustración, ira, ansiedad, abandono
(incluido el interpersonal y el jurídico), complicación financiera y
habitacional, cambio de modus vivendi, culpabilidad,
etc. Metafóricamente, el hombre se descubre repentinamente con la señal de Caín en la frente.
De tal manera,
el problema radica en discernir, de toda esta gama de impactos emocionales,
cuáles pueden causar los desequilibrios más críticos y el nivel de mortalidad (posibilidad de daño físico)
que puede generar. No deja de suponerse que aún individuos con condición
conductual menos vulnerable o de alto nivel de resiliencia, llegan a
experimentar con la separación algún
momento dañino a nivel psíquico -en cualquiera de sus facetas- con
variaciones en la intensidad, si acaso.
V.
La narrativa del varón: ¿qué es lo que experimenta?
La estadística planteada es inevitable aunque
esclarecedora. Ahora, es requerido acercarse a la vivencia real en los términos
en que se expresa en los momentos de la crisis de separación. Permitir al
hombre involucrado la expresión libre de los acontecimientos, es el medio ideal
para que el individuo haga contacto con
la experiencia, representando incluso ya, un primer auxilio psicológico[*],
abriendo un canal que, como se vio, es probable que estuviera bloqueado. La
transcripción de un fragmento de una entrevista -sin afanes activistas-
demuestra cómo van presentándose significantes y significados que, si bien
pueden considerarse -como de hecho se hace- rasgos inherentes a una crisis, permiten
entrever un meta-significado más profundo en el individuo.
La
escucha activa y la observación fenomenológica resultan indispensables atendiendo
al Relato de vida, ya que permiten el
contacto con la metacomunicación, es decir, el mensaje pragmático del discurso[†].
Se
consideró conveniente dejar como guía un código
fenomenológico para facilitar una
representación mental y una lectura más subjetiva de la narración.
Codificación
Er. Entrevistador
Eo. Entrevistado
(¿) Interrogación
(¡) Exclamación
(¡)* Ánimo exaltado
(…?) Dubitativo
(…) Pausa
(…)+ Pausa larga (reflexivo, meditabundo o disociado)
O.o Gesto significativo + descripción
:* Tono bajo a
inaudible
:0? Locución
extraña/subjetiva/metáfora
Relato de vida (fragmento)
Er.:
¿Puedes narrarme la situación que cruzas? Te recuerdo que
cuanto me compartas será confidencial. Agradeceré puedas ser lo más abierto y sincero. Si acaso, apenas te interrumpa por algo que no me quede claro,
¿de acuerdo?
Eo.:
Sí, claro. De acuerdo.
(…) O.o (cruza la pierna derecha)
Eo.:
Pues, como te comenté: la cosa es que, pues… no sé. Ya no aguanto. (…+) (O.o
baja la pierna, mira hacia el suelo, dedos entrelazados o giran rodeando los
puños)…
Er.:
Cuéntame qué sucedió, por favor.
Eo.:
Pues que tuve pleitos con mi esposa (…), como siempre... y pues, ya no estoy en
la casa, me salí. (…). (¡)* La cosa es que ahora ni siquiera tengo
dónde caerle: estoy ahorita con un carnal que tiene un cuarto y, pos de
buenas que… que... me dio chance de
estar allí. (…) pero nomás será unos días… luego no sé qué voy a hacer.
(:*)… pa´
colmo ´horita sin trabajo. (¡) Me
siento desesperado (…+) (O.o lleva las manos -crispadas- a los costados de
la cabeza, se agacha. Ojos cerrados fuertemente, respiración agitada).
Eo.:
(…) y mis hijas. (¡) No las he visto. No me ha dejado hablar con
ellas. Ni el teléfono contesta. Y llama nomás para pelear de nuevo, no se cansa
(¡) . Y luego que si me acerco a la
casa dice que manda a la policía (…)
Me siento una m… (¡) (…)No sé cómo ch… se llegó a esto.
Er.:
¿Lo ha hecho?, eso de llamar a la policía.
Eo.:
Pos, no. Pero sí la otra vez ya llegaron a tocar los vecinos. Le preguntaban a
ella que si estaba bien, que si había problemas… que si la ayudaban y no sé qué
otras ondas...
(¡)* (...)+
(salta de tema) Chihuahua, si no era
tan fácil, car...jo (!) (O.o)
(voz quebrada, manos crispadas). Hicieron
recorte allá en la empresa y me tocó. No fue onda mía, de verdad.
Er.:
¿Cómo es que decides salirte? ¿Qué ocurrió?
Eo.:
(…+) (O.o sigue con los ojos clavados en el suelo).
Caray, no sé. Sólo era pleito sobre pleito. Ya cada noche era de estarme
mentando la m… Muy oscuro todo (:0
?). Ni porque estaban mis hijas (…)
Ya las últimas veces ya también gritaba yo, y lo malo es que no podía
hacer nada (…)
Er.:
¿Hacer como qué?
Eo.:
Pues, nada. Cara..o que al menos si hubiera sido un hombre sí le rompía yo su m… (¡)* [O.o
cierra y oprime los puños. Tiembla, Mirada perdida]
Er.:
¿Lo hiciste?
Eo.:
[:* ] …no. Eran solo las ganas, muy fuertes, pero mejor terminaba
pateando algo (…) A veces me golpeaba yo mismo :*(…+).
(¡)* Ella nomás se metía a la recámara con mis
hijas, burlándose, pendej…dome. Ya no me dejaba entrar ni por mi ropa. Y pos me
tenía que quedar bufando, dando vueltas como loco por la sala. (O.o respiración
agitada)…Hasta que me tiraba a dormir en el sillón…
Discusión y comentarios
El ejemplo no puede generalizar las
circunstancias de una población masculina representativa del que se
desprendieran datos cuantitativos. Pero tan sólo nos devolvería a las
estadísticas. Empero, sí pone de relieve la conjugación de múltiples factores;
devela el engranaje de una expresión de
la violencia doméstica con blanco en el varón que, como puede apreciarse, denota
una generalizada sensación sorpresiva y creciente de impotencia y pérdida de la
autoimagen.
El empleo
de la fuerza mediante el abuso emocional -uno de los rasgos de violencia
intrafamiliar-, se detecta apuntalado en diversas acciones: la exclusión de la
vivienda, la amenaza del escándalo como imposición de poder, el comienzo de la
alienación de los hijos, el estrés económico potencial, la agresión verbal,
etc.
Tuve pleitos con mi esposa…: la minimización
y negación patente del problema como conflictos personales de la compañera o
como si fuera algo que no está sucediendo (Trujano et. al, 2010).
La
culpabilidad: “No fue onda mía, de verdad…” surge como un elemento subjetivo en
la experiencia de victimización conyugal[‡]. Aquí
resaltan rasgos de una autoestima baja, aunque esta puede ser igual factor que
consecuencia de la violencia
experimentada, en constante retroalimentación.
Queda
latente el factor económico, que puede ser, en el mismo modo cibernético, detonante
o consecuencia del conflicto. “El varón que (…) empieza a ganar menos dinero,
ha fracasado, y lo pierde todo:
mujer, familia, casa, hasta el sentido de vida. Y desde luego, todo cobijo del
alma en el mundo”, según anota Vilar (1973, p. 9).
Aunque
podría manifestarse todo esto como partes inherentes a un conflicto que
desequilibra a un sistema, la asunción actual de que el hombre es per sé un agresor, deshabilita la
posibilidad de que el mismo se considere capaz de sentir, expresar e incluso
denunciar un daño, y lo conmina a enfrentar una situación por sí misma
destructiva, en un virtual abandono y desahucio. Incluso de sí mismo.
Más allá
del aparente entorno sociológico de este escenario, puede preverse que a nivel
psíquico la suma de todos estos detonantes devenga en un estado de ansiedad
generalizada que puede crecer a niveles somáticos. Y afectando la modalidad
cognoscitiva, incluso llegar al suicidio o el asesinato.
Si es
válida una analogía, el hombre que sufre este tipo de violencia, en cualquiera
de sus formas, al mirarse al espejo observa de modo esquizofrénico la
anulación, el abandono, el mutismo y la virtual ausencia de recursos para resolver
no sólo la situación sino resolverse a
sí mismo: la agravante de su crisis es la anulación, la pérdida subrepticia de
la supuesta hegemonía masculina, comprendida en su más sana concepción
interior.
La
consideración de estos y más factores emergentes deben dar preámbulo a abordar
la asistencia crítica, así como un ulterior proceso psicoterapéutico, bajo un
perfil orientado hacia un estilo de comunicación masculino, el apuntalamiento
de su identidad, y favoreciendo su desinhibición emocional, afectiva, conductualmente
dignificante.
Bajo una
mirada humanista:
Los hombres (…) han realizado un trabajo
bastante pobre para apoyarse los unos a los otros. Se nos ha enseñado desde el
nacimiento la creencia social de que las mujeres son el sexo débil, quienes
necesitan protección y apoyo de nuestra parte. Sin embargo, hay cierta duda
respecto a qué sexo [debe ahora] reclamar ese título. (…) admitir que hemos [los hombres] sido heridos, será
la primera misión (Kipnis, 1993).
Referencias
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femenina. Revista Científica
Arbitrada de la Fundación
MenteClara, 1(3), p.
50-68. Disponible en: https://datahub.io/dataset/2016-1-3-e19
Folguera Cots, L. (2013). El varón maltratado: Representaciones
sociales de la
masculinidad dañada. (Tesis doctoral,
Universidad de Barcelona, España).
Fundación Mujeres [s.a.].
¿Cómo se puede prevenir la violencia en la pareja?
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Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2006/06/17/index.php?section=sociedad&article=038n3soc
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129-155.
Kipnis, A. R. (1993). Los príncipes que no son azules. Argentina: Vergara.
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Los
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el hombre en el contexto de
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Sánchez Rivas, J. (2014). Hombres violentados psicológicamente por sus parejas: Lo
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Bibliografía
sugerida
Toldos, M. (2013). Hombres víctimas y mujeres agresoras: La cara oculta de la
violencia entre sexos. México:
Cántico.
[*] En lo que refiere al contacto
psicológico: “que la persona sienta que se la escucha, aceptan, entiendan y
apoyan”. Slaikeu (1996).
[†] Significado pragmático. Ling. Disciplina
que estudia el lenguaje en su relación con el hablante, así como los enunciados
que este profiere y las diversas circunstancias que concurren en la
comunicación. (RAE, Diccionario de la
Lengua española).
[‡] Rojas-Andrade et al. (2013). Los
hombres también sufren: estudio cualitativo de la violencia de la mujer hacia
el hombre en el contexto de pareja. p. 154, Fig. 3. Elementos subjetivos de la experiencia de victimización conyugal. La
culpa como forma de aceptación de la violencia.
Agradezco a IUCR, a la Dra. Julia y al Dr. Cerezo, la guía, el apoyo y la confianza en el desarrollo de este trabajo.
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